El estudio "La violencia en Costa Rica: visión desde la salud pública", elaborado por los doctores Guido Miranda y Luis Del Valle, en la Serie de Aportes para el Análisis del Desarrollo Humano Sostenible para el Proyecto Estado de la Nación, nos brinda una dimensión especialmente preocupante de nuestro país. En nuestra edición de ayer ofrecimos algunos datos condensados. Estos ratifican lo expresado en la sinopsis del IV Informe sobre el estado de la nación : "...tenemos una sociedad en general sana, civilista y pacífica, pero cada día con más manifestaciones de violencia".
Tal como se lee en la introducción de este informe, todos los organismos internacionales han hecho hincapié en esta patología, denominado la pandemia social del siglo XX por los ministros de Salud en la región en la Conferencia Interamericana sobre Sociedad, Violencia y Salud, en Washington, en 1994. El número de muertes violentas en el continente americano fue de 456.000 en 1993. Estados Unidos ha sido calificado como el más violento entre los países desarrollados. Triste y clamorosa paradoja: la violencia del brazo del desarrollo. Por otra parte, en América Latina deambulan por las calles unos 7 millones de niños, terrible incubadora de la violencia futura. Los asesinatos cometidos por adolescentes han aumentado en todo el continente en forma alarmante, así como el número de suicidios. Estas cifras se pueden extrapolar a la mayor parte de los países. El fenómeno es mundial en países ricos y pobres. Con todo, estas mediciones no pueden servirnos de alivio ni de excusa. También nosotros tenemos un enorme desafío en esta pandemia social que en nuestro país va también in crescendo y amenaza nuestro futuro.
En efecto, el número de homicidios y delitos contra terceros, como lo revela este estudio de los doctores Miranda y Del Valle, se ha incrementado, así como la tasa de suicidios y los accidentes de tránsito, hasta el punto de que, de acuerdo con investigaciones del Dr. Rosero Bixby, del Departamento de Demografía de la Universidad de Costa Rica, la expectativa de vida se ha reducido en 0, 7 años en la población comprendida entre 16 y 60 años. Además, uno de los factores desencadenantes de la violencia es el licor, particularmente en los accidentes de tránsito y en las agresiones intrafamiliares, donde alcanza niveles dramáticos. Estamos, pues, ante un serio problema de salud pública, como expresan los citados investigadores, que lo es también de orden cultural y moral.
Las causas del creciente señorío de la violencia en nuestro país, de esta transición angustiante "de una sociedad en general sana, civilista y pacífica" a una sociedad agresiva, son complejas. Una de ellas se ha individualizado y, además, se puede atacar con mayor eficacia: los accidentes de tránsito, uno de los niveles más elevados en el mundo, causados por efectos del licor. En este frente social es posible llevar a cabo una labor productiva. Basta que el Poder Ejecutivo modifique radicalmente su política en cuanto a la aplicación de la Ley de tránsito . Sin necesidad de aumentar las sanciones, pero, eso sí, mediante una aplicación sistemática e integral de las actuales, principalmente en los días "pico" viernes, sábado y domingo se podrían "humanizar" nuestras vías públicas y salvar muchas vidas. Obviamente, se requieren personal, equipo, recursos financieros y, sobre todo, voluntad. Lo peor es seguir la rutina actual, aducir insuficiencia de recursos, aguardar la solución integral, tomar nota de estos valiosos informes y mantener con las manos atadas a las autoridades del tránsito. Esta es solo una batalla en una historia terrible de violencia, pero es importante ganarla.