A pesar de que no se considera a sí misma una influencer, la Dra. Daniela Ruiz Guzmán ha crecido a pasos agigantados en la red social del momento: Instagram. El enero pasado contaba con tan solo 2 mil seguidores y ahora ha amasado una audiencia de casi 30 mil personas. Todos están pendientes de lo que ella tiene que decir.
Su popularidad no sólo se debe a su conocimiento. Sus seguidores se han encariñado con ella gracias a su encanto y su genuinidad en redes sociales. Comparte desde detalles de su relación con su esposo hasta su experiencia siendo una mujer transgénero en el campo medico y en el ojo público.
Camino a la dermatología
La Dra. Ruiz heredó su pasión por la medicina de su mamá. “A mi mamá le encantan los temas de salud, de medicina y es una mujer sumamente inteligente”. Sin embargo, su madre no pudo realizar su sueño, porque nació en un ambiente económico poco favorecedor. Además, en su época, las mujeres no acostumbraban estudiar medicina a menos de que pudieran costear una carrera en el extranjero.
Desde el momento que entró a la carrera de medicina en la Universidad de Costa Rica, estaba decidida a convertirse en cirujana plástica. “Mi meta en la vida era ayudar a las personas a ser su mejor versión, a que alcanzaran su máximo potencial sin que su físico fuera un ancla que los detuviera”. Además, sus profesores le resaltan que tenía buenas destrezas manuales, que son esenciales para esta área.
Sin embargo, su futuro se iba a desenvolver de una manera diferente a la que ella esperaba. En el transcurso de su año de práctica topó con un nuevo amor: la pediatría. “Yo jamás en la vida pensé ser pediatra, pero en el internado trabajar con niños fue como una revelación. Se me abrió el mundo”. Comenta que, desde su perspectiva, no hay un paciente más bello, agradecido y honesto que un niño.
Ella había aplicado para hacer una pasantía en Harvard con una beca. Se la aprobaron mientras estaba haciendo el internado y eligió la especialidad pediatría en Boston Children’s Hospital. Trabajando ahí se sentía como en su charco. “Fue la primera vez que me sentí valorada por lo que había dentro de mí y no por mi exterior”. En la residencia tuvo que rotar en dermatología pediátrica y ahí se despertó su pasión por la salud de la piel.
Dr. Skin y el salto a la fama
En Instagram, todos la conocen como Dr. Skin. Durante la entrevista nos reveló un secreto: en realidad eligió “DR” por la iniciales de su nombre: Daniela Ruiz, pero la gente lo asumió como ‘doctor’ (en inglés) y en realidad, calza a la perfección de las dos maneras.
En el 2019 empezó a hacer transmisiones en vivo por Facebook junto con un amigo que tenía una pequeña productora audiovisual. El show fue muy bien recibido. Con más de 2 mil personas escuchándolos al mismo tiempo, hablaban de todos los temas relacionados con la piel: botox, ácido hialurónico, peelings, manchas, acné, etc.
Eventualmente, llegó la pandemia y la doctora se vio forzada a continuar grabando y transmitiendo por sí misma, para no estar en contacto con personas fuera de su burbuja. “Era como una mini transmisión en directo, porque no estaban editados ni programados, sino que nacían de preguntas que me hacían las personas y yo les contestaba”. Así empezó a crecer su relación con sus seguidores.
Comenta que su página también tuvo un salto cuando empezó a compartir más de su vida personal y de la boda con su esposo. La unión civil se realizó el 26 de mayo de 2020 –en una boda íntima, respetando los protocolos sanitarios–, día en que entró en vigencia el matrimonio igualitario en Costa Rica, relata Daniela Ruiz, quien también es la primera costarricense transexual operada.
“Pasé de tener esos dos mil seguidores en enero a cinco mil seguidores el 26 de mayo y ahí siguió creciendo exponencialmente el resto del año hasta ahorita, que ya estamos en 29 mil seguidores, preparándonos para celebrar los 30 mil”.
Vivencia trans
Alrededor de los años ochenta, con una cultura mucho más conservadora que la actual, la Dra. Ruiz tuvo la oportunidad de conocer una nueva realidad sin límites. Ella podía ser quien quisiera ser.
“Yo siento que fue la educación que me dio mi mamá. Mi mamá es el equivalente de la sociedad actual, pero en los tiempos de antes. Ella era más de dejar ser y vivir. Ella no influye en que vos vayás para acá o para allá, y lo que sea que decidás, te apoya. Mi mamá era así en una época en la que las mamás no eran así. No era la norma”.
Ella pudo construir su manera de ser de la forma que se sintiera más cómoda. Ese ambiente de seguridad y apoyo le demostraba que para su familia ella era un “ser”, una persona. Creció agregándole capas a esa persona, conociéndose a sí misma y sus complejidades, hasta que descubrió la sexualidad. “Yo nunca tuve clóset. Mi casa no era heteronormativa y siempre pude ser lo que quería ser”.
Empezó, entonces, a explorar un nuevo mundo y a hablar con su terapeuta al respecto. “Le dije que yo creía que me identificaba más con el género femenino, que yo me sentía más mujer y que mi historia demostraba eso”. Y cuando llegó la hora de decirle a su familia, como siempre, se topó con el mismo apoyo que la había mantenido a flote desde pequeña.
Esta se convirtió en su base para poder afrontar el nuevo rumbo que su vida estaba tomando. “Fue una red de apoyo fuerte, sin duda alguna. Yo no hubiera podido hacer esto sin la familia que me tocó. Es especial, esto no hubiera sido posible de no ser por la madre maravillosa e increíble que tuve. Ella fue siempre un apoyo y el viento detrás de mis alas que me permitió volar”.
Ella recalca que no fue para nada fácil. Ha sido un camino de muchos abogados y terapeutas que han avanzado a su lado, pero comenta que conoce muchas historias de amigos cercanos a quienes los echaban de sus casas en sus adolescencias por salir del closet. Por eso, cree firmemente en que esa red de apoyo que tuvo fue parte de la diferencia en su historia.
Incluso, rescata que no fue sólo su familia la que le dio ese soporte. “Yo no hubiera podido triunfar ni crecer de no ser por el país en el que estoy. Tendrá mil defectos, pero yo venía de un estrato socioeconómico muy abajo y fue gracias a la educación pública que logré subir escalafones sociales y económicos. Y eso tal vez no hubiera sido igual en otro lado”.
Todo esto le permitió realizar su transición, pero con ella vinieron retos y enseñanzas. Cuenta que vio a muchas personas irse de su vida, por lo que su transición marcó un antes y un después. Implicó tener que salirse de su zona de confort y aceptar vivir los duelos por pérdidas que vinieran en el camino. Sin embargo, afrontar esas pérdidas sociales, afectivas, emocionales y familiares no la detuvo, pues sabía que se estaba manteniendo fiel a sí misma. Sabía que estaba apostando por su felicidad.
Visibilizando, integrando y aceptando
Para la Dra. Ruiz, Costa Rica va en el camino correcto. Comenta que le gusta ver más las trayectorias que los eventos puntuales de una línea. “Lo que importa es que vamos dirigidos hacia un buen puerto”. Eso sí, rescata que al país le falta, respecto a temas LGBTIQ+, algo similar a lo que vemos con la lucha feminista: “No es sólo aceptar que hay mujeres, visibilizar que hay mujeres, sino incluir a las mujeres. La idea es representar de manera proporcional a las poblaciones”.
Ella cree firmemente que la lucha para visibilizar, integrar y aceptar también debe estar dirigida a las poblaciones autóctonas indígenas, a personas con capacidades motoras diversas, a todas aquellas a las que la sociedad tiende a alejar y excluir. Considera que esto se combate desde la toma de decisiones en políticas públicas y espera que Costa Rica siga dando pasos históricos hacia una realidad diversa e inclusiva.
De igual forma, rescata que tiene dos consejos para quienes son parte de la comunidad trans y LGBTIQ+ en general y están enfrentándose a una sociedad todavía predispuesta en muchos aspectos al rechazo. El primero de ellos es que busquen sus redes de apoyo y, si no las tienen, que las construyan.
“La familia uno la escoge. Por ejemplo, mi papá no es mi donador de esperma. Mi papá es mi papá y nos escogimos. Decidimos ser familia y él me adoptó. Tengo hermanos que yo llamo hermanos y los siento como tales, pero no compartimos ADN. Tengo tíos y tías con los que no comparto ADN y tengo tíos con los que comparto ADN que no los considero mi familia.
Afirma que esas redes de apoyo son las personas que aceptan, que apoyan y que sostienen cuando nadie más lo hace. “Nos dan una mano, un consejo, un abrazo, un hombro para llorar… y si no la tienen todavía bien delimitada, búsquenla, fórmenla, constrúyanla, foméntenla”. Pone énfasis en que no deben llevar su lucha solos y solas, que no pretendan cambiar el mundo de a uno, sino que con apoyo verán cómo llegan más lejos y más rápido.