Detrás de las pilas de documentos que llegan a diario hasta su escritorio está Eugenia Zamora, una mujer sonriente que pasó de ser la presidenta de su colegio a la primera figura femenina al frente del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE).
Su historia de vida está llena de anécdotas, un “príncipe azul” y unos gemelos –Enzo y Adrián– quienes, junto a su familia, han contribuido a que la magistrada se vea hoy a sí misma como una mujer plena.
Era la década de los 70 cuando, movida por el interés en la participación política adquirido en la familia, la joven Eugenia decidió inscribir su candidatura para presidenta del gobierno estudiantil. Cursaba el quinto año y se postuló por un partido creado junto a compañeros. Su agrupación ganó los comicios estudiantiles del colegio Nuestra Señora de Sión, en San José.
Casi cinco décadas después fue juramentada como presidenta del TSE, la primera mujer en ocupar ese alto cargo. Su hito enlaza con su postura en pro de la equidad de género y los derechos políticos electorales de las mujeres, tema sobre el cual publicó un libro.
Hija de la primera regidora
Sin embargo, su admiración por los procesos políticos se comenzó a fraguar durante su estancia en San Isidro de El General.
Corría 1969 cuando su madre, María Chavarría, se convirtió en la primera regidora propietaria de Pérez Zeledón tras las elecciones nacionales de 1970.
Aquella campaña involucró profundamente a sus cuatro hijos, quienes la acompañaron en recorridos por la comunidad. Fue en aquella ocasión, cuando la actual presidenta del TSE dio sus primeros pasos en el ámbito electoral al participar como guía de mesa.
Su familia, oriunda del centro de San José, residió por varias generaciones en el barrio Amón y sus alrededores, cerca de lo que hoy es la sede del Tribunal Supremo de Elecciones.
Sin embargo, debido al oficio de su padre como farmacéutico, se trasladaron a la zona sur del país, primero a Puerto Cortés y luego a San Isidro de El General. Finalmente regresaron a la capital, donde se establecieron nuevamente.
La hoy magistrada presidenta recuerda cómo, en su infancia, solía jugar con sus hermanos y amigos en el Parque Central de San José, y hacer travesuras por las calles de los barrios josefinos.
La capital de entonces era muy distinta a la actual; había menos automóviles, más familias en las calles y una añorable seguridad. En esa ciudad vivió una niñez llena de felicidad.
“Jugábamos en bicicleta, en patines, veníamos al Parque Central. Cuando llovía, nos tirábamos en las cuestas con jabón y pasaban autos, pero no muchos, no era como esto es ahora. Tuve una infancia y una juventud muy feliz, muy, muy feliz”, afirma.
Un hogar lleno de música
Pensar en su infancia también la transporta a la música, a los alegres conciertos de acordeón que su padre ofrecía en casa y a las veladas de piano que organizaba en el seno del hogar, junto a su madre, que lo acompañaba cantando.
Fue en el hogar y viendo a su papá, que aprendió a tocar guitarra; practicó y practicó hasta que los dedos le sangraban debido a tantos intentos, pero al final lo logró.
“Fue una casa siempre de mucha alegría, mucha música. Mi papá tenía voz de tenor y además tocaba siete instrumentos, entonces de chiquillos él tocaba mucho el acordeón y todos íbamos, junto con los primos, detrás de él cantando en fila. También tocaba guitarra y piano.
“Mi mamá tiene una voz de mezzosoprano, entonces ellos siempre cantaban, en las fiestas y todo. Yo un tiempo cantaba y tocaba la guitarra, mi hermano, el que me sigue, cantaba muy lindo; mi tercera hermana es odontóloga pero se ha dedicado a la música muchos años, ella integraba un grupo que se llamaba Jazz Girl”, explica.
En don por el canto y la música también pasó a sus hijos, quienes –según dice– cantan muy bien y tocan instrumentos.
Junto a su familia, compuesta por sus padres, una hermana y dos hermanos, recorrió gran parte del país. Juntos exploraron las costas, pueblos y sitios turísticos. Sus progenitores, a los que considera como “cuates”, también le enseñaron el amor por el cine clásico. Además de ese gusto, confiesa que hay algo que nunca se pierde: las transmisiones de las peleas de Hanna Gabriels y Yokasta Valle.
Aunque no es fanática del boxeo, ver la valentía y la fuerza que las dos deportistas entregan en el ring le genera mucha admiración hacia ellas.
La maternidad fue su mayor regalo
Eugenia Zamora recuerda su maternidad como un regalo de la vida. Ella y su esposo, el uruguayo Jorge Quartino, lucharon durante más de una década para cumplir el sueño de convertirse en padres y justo antes de rendirse la vida les sonrió.
“Yo fui mamá vieja, porque fueron mi regalo de los 40 años. Pasé 11 años en tratamiento porque no quedaba embarazada. Es un periodo muy duro que uno puede llevar adelante con el apoyo de la pareja y la familia. Si la pareja no está con uno en eso, es muy difícil”, reflexiona.
La magistrada afirma que la espera valió la pena, pues los hijos llegaron por partida doble: los gemelos Enzo y Adrián, hoy de 27 años.
Zamora describe con orgullo a sus muchachos como jóvenes críticos, informados y responsables.
“Son muchachos muy enterados de todo. A veces llego en campaña electoral en la noche y me hacen el resumen del día: ‘Pasó tal cosa, tal partido dijo esto, tal candidato aquello’. Yo creo que eso lo heredaron de escuchar las historias de la casa”, comenta sonriendo.
La presidenta del TSE y su esposo se conocieron en México, cuando él, economista de profesión, cruzó su camino.
Desde entonces se convirtió en su gran amor, su “príncipe azul”, como ella lo describe. Se casaron y disfrutaron una vida plena y feliz. Incluso llegaron a mudarse juntos a Uruguay.
Sin embargo, en el año 2000 la vida dio un giro inesperado. Su esposo, aunque joven, falleció por causas naturales. En aquel momento vivía en Uruguay, donde nacieron sus hijos. Tras esa experiencia, ella regresó a Costa Rica con sus bebés y asumió el rol de mamá y de papá.
Gracias al apoyo incondicional de sus padres y de la muchacha que la ayudaba en casa logró criar a Enzo y a Adrián.
Sus pasos como estudiante
La Universidad de Costa Rica (UCR) fue un capítulo entrañable en la vida de Eugenia Zamora.
Recuerda con cariño los primeros años de su carrera en Derecho, cuando la facultad aún no contaba con su propio edificio y las clases se impartían de manera improvisada en las aulas de la Facultad de Economía y Contabilidad. Luego los estudiantes de Derecho fueron trasladados a su propio edificio, el actual en el campus Rodrigo Facio, en San Pedro de Montes de Oca.
“Era un tiempo muy lindo. Recuerdo que el edificio original era mucho más pequeño y más feo, casi como una caja, sin muchas de las comodidades que hoy tiene la universidad. Las escaleras de emergencia ni existían, y los pasillos eran angostos.
“De hecho, el primer día en la cátedra de Derecho Privado, la profesora, doña Elizabeth Odio, nos dijo que si temblaba, nadie podía moverse porque nos íbamos a morir todos. Ella que estaba diciendo eso y se viene un temblor enorme, todo el mundo quedó como tieso”, recuerda.
La magistrada cuenta que entre sus buenas memorias está la Semana de Derecho, en la que se realizaban los campeonatos de baloncesto, los concursos de canciones y ralis, en los que ella siempre participaba.
Otra de las épocas más recordadas fue su paso por la Universidad de Harvard, a la que asistió para obtener su maestría en Derecho.
Sus esfuerzos como estudiante y sus habilidades le permitieron viajar a suelo norteamericano gracias a la prestigiosa beca Fullbright. Esta etapa marcó un antes y un después en su formación profesional y personal.
Su primer escrutinio
La presidenta del Tribunal recuerda con claridad la primera vez que se sentó al frente de una mesa electoral.
Era febrero del 2006, tenía un año de haber sido nombrada magistrada electoral y era su primera experiencia en una elección nacional.
Sentada en la mesa que estaba a su cargo, rodeada de funcionarios y fiscales de todos los partidos, vivió lo que hasta ese momento solo había visto a través de la televisión: abrir una tula y tocar la papeletas. Aquel primer escrutinio se quedó grabado en su memoria.
“Yo creo que el gran honor del Tribunal de Elecciones es declarar la voluntad popular, certificar lo que el pueblo ha resuelto. Entonces, tocar esas papeletas fue para mí una emoción extraordinaria”, describe.
Zamora rememoró también su inesperada ascensión a la presidencia del Tribunal en el 2021, momento que llegó sin previo aviso, mucho antes de lo que esperaba.
Esto se debió a la renuncia del magistrado Luis Antonio Sobrado, quien inicialmente no planeaba retirarse, pero decidió hacerlo tras la postulación de su cuñada como candidata a la vicepresidencia para las elecciones del 2022.
En su paso por el TSE, la magistrada también ha aprendido sobre la importancia de diferir, como lo hizo en el 2019, cuando se apartó de un voto que rechazó la paridad horizontal para los cargos uninominales.
Según la mayoría del Tribunal en aquel momento, no era posible aplicar este principio en elecciones en las cuales se elige solo a una persona, como en el caso de las alcaldías.
No obstante, ella defendió que la paridad horizontal debía garantizarse, ya que su exclusión limitaba el alcance de la igualdad de género en la representación política. Su postura fue respaldada parcialmente en el 2023, cuando la Sala Constitucional anuló la decisión del TSE y adoptó la interpretación de la magistrada.