Con el retiro de Andrey Amador del ciclismo pareciera que fue ayer cuando se marchó a Europa persiguiendo el sueño de ser profesional. Aquel talento estuvo a punto de tirar la toalla, pero su gran consejero José Adrián Bonilla lo convenció de intentarlo una vez más. Y cuánta razón tenía “Champulón”, porque en el segundo año en el pelotón amateur (ciclismo aficionado), logró que Eusebio Unzué lo apalabrara.
El muchacho que corría en Juegos Nacionales con el Comité de Deportes de San José pasó a las filas de Pizza Hut bajo la guía de Albin Brenes. Había grandes expectativas con él, incluso que ganara la Vuelta a Costa Rica, pero en el momento de atacar, se enfermó y no pudo con el temido cerro de la Muerte.
Aquella cumbre lo hizo llorar como un niño y aunque en algún momento pensó en que antes del retiro se sacaría esa espina en el giro a la tica, hoy comprende que la familia es primero y la bicicleta después.
Tras renunciar a Pizza Hut y probar suerte en España, en esas carreras locas donde todos los que compiten son buenos y muy pocos los elegidos para ganarse un contrato, él logró dar ese salto.
Del Lizarte pasó hacia la estructura de Eusebio Unzué, en 2009, primero con los colores rojinegros del Caisse d’Epargne, donde militaban Alejandro Valverde, Óscar Pereiro, David Arroyo y Rigoberto Urán, por citar algunos.
Fue en ese mismo equipo, que cambió de patrocinadores y se rebautizó como Movistar Team, donde vivió los mejores y más inolvidables momentos de su carrera.
Se estrenó en las grandes vueltas del ciclismo mundial con el Giro de Italia del 2010 y culminó en el puesto 41 de la clasificación general. Aunque no lo imaginaba en ese momento, la Corsa Rosa se volvería su carrera favorita.
La siguiente experiencia lo exhibió ante el mundo como un héroe y un campeón en el Tour de Francia de 2011, un corredor lleno de garra para desafiar cualquier pronóstico. Estaba en la carrera de ciclismo más mediática del mundo, esa que él veía por la televisión, pero sufrió una caída en los primeros kilómetros de la primera etapa.
Cualquiera se habría retirado, pero él aguantó y con el tobillo hinchado como un tamal, producto del esguince que tenía, llegó a París, completando un Tour de Francia llorando de dolor cada vez que iba a terapia.
Después de aquella prueba, llegó uno de los momentos célebres, catapultándose como el capo de los ticos, al ganar la etapa 14 del Giro de Italia de 2012, entre Cherasco y Cervinia.
En el 2013, el plan era que de nuevo acudiera al Giro, pero hubo un cambio de planes y Eusebio Unzué le comunicó que lo necesitaba junto a Nairo Quintana y Alejandro Valverde en la edición 100 del Tour de Francia.
Cada año tenía lo suyo, pero el 2014 fue relevante para Costa Rica no solo por el Mundial de Brasil 2014, sino porque un país futbolero empezó a volverse especialista en ciclismo, ya que el tico volvía a ser noticia, como el peón de lujo para el triunfo del colombiano Nairo Quintana en el Giro. Unos meses después, corrió la Vuelta a España.
Eso significaba que ya se había dado el gran lujo de mostrarle al mundo esa bandera de blanco, azul y rojo en las tres vueltas grandes.
Como fue frecuente en él durante toda esta aventura, lo mejor estaba por venir y terminó en el cuarto lugar de la clasificación general del Giro de Italia de 2015, solo superado por Alberto Contador, Fabio Aru y Mikel Landa. En ese mismo año, también acudió a la Vuelta a España.
Faltaba el momento más mágico de todos, que se dio en el Giro de Italia del 2016. ¿Recuerda qué pasó? Cuenta la historia que en esa edición un ciclista nacido en Costa Rica se vistió con la maglia rosa (camisa rosada) de líder general.
Tan increíble como cierto, y por supuesto, era un hecho histórico, que puso a vibrar a casi todo un país, porque nunca falta quien no logre dimensionar una verdadera hazaña.
En ese Giro donde fue líder general, Andrey Amador acabó en el puesto 8 de la clasificación general. El “costarriqueño”, como le decían en las transmisiones internacionales, corrió la ronda italiana en 2017 y también compitió en el Tour de Francia.
Para 2018, Amador dijo presente en el Tour de Francia y en la Vuelta a España; mientras que en 2019 pedaleó en el Giro y en la ronda gala, en lo que fue su última campaña en la estructura de Eusebio Unzué.
En 2020 pasó a formar parte del Ineos, donde militaba Chris Froome, pero con el cambio de equipo, también llegó la pandemia, que lo afectó todo. En su estreno en este club, corrió el Tour y la Vuelta, en los tiempos de mascarillas.
Para 2021 se sintió un vacío, porque no tuvo presencia en ninguna grande, a pesar de que culminó el año con 56 días de competencia. En 2022 se presentó la misma situación.
Andrey Amador apostó de nuevo por otros aires y en 2023 aceptó la propuesta de EF Education, donde correría junto a Richard Carapaz y retornaría a las vueltas grandes. Iba como peón del ecuatoriano, pero el amigo del tico se accidentó en la primera etapa y quedó fuera de contienda. Fue la última vez de Andrey Amador en el Tour de Francia.
Y este año, corrió muy poco, apenas 10 días, como consecuencia de ese atropello que sufrió en mayo, cuando se entrenaba en Barcelona, España. Ese accidente dio al traste con sus planes. No pudo competir más como quería, pero también sabe que está vivo de milagro.
No se verá más al frente del pelotón, trabajando en equipo, siendo un gregario que en realidad pedaleaba como el capo de Costa Rica.
No solo trabajó como peón para Nairo Quintana, Richard Carapaz, Alejandro Valverde, Chris Froome, Mikel Landa y Richie Porte.
Andrey Amador también estuvo en innumerables carreras haciendo equipo con figuras del pelotón profesional como Rigoberto Urán, José Joaquín Rojas, Óscar Pereiro, David Arroyo, Geraint Thomas, Michal Kwiatkowski, Esteban Chaves, Jonathan Castroviejo y Rui Costa.
Pero si se echa el casete atrás, con el mismo esmero, Andrey Amador corrió en el clan pizzero de Jorge Nils Gutiérrez, —dedicado de la próxima Vuelta a Costa Rica—, siendo coequipero de Henry Raabe, Federico Ramírez, Alexánder Sánchez, Iván Amador, Marcos Rodríguez, Steven Villalobos y Paulo Vargas, con Albin Brenes como entrenador.
Aunque le faltaba un año de contrato, eso era lo de menos. Andrey Amador supo comprender que llegó el momento de retirarse, de poner punto final a su leyenda como ciclista profesional.
Con toda seguridad su trabajo con el corazón de gregario no culmina aquí. El Gran Fondo Andrey Amador fue una prueba, y seguro que vendrán otros proyectos para que su legado continúe.
Después de competir en dieciocho vueltas grandes, distribuidas en siete Giros de Italia (2010, 2012, 2014, 2015, 2016, 2017 y 2019); siete Tour de Francia (2011, 2013, 2017, 2018, 2019, 2020 y 2023) y cuatro Vueltas a España (2014, 2015, 2018 y 2020), ahora el gran reto es ver de nuevo a un costarricense en una carrera de esas.
Que protagonice escapadas, que logre que el pueblo futbolero vuelva su mirada al ciclismo no solo en diciembre para la Vuelta a Costa Rica. Que compita en varios Mundiales y en más de una edición de Juegos Olímpicos.
Que luche en su bicicleta como un gladiador entre la nieve, que descienda “a tumba abierta” —como se dice en el argot del ciclismo— por esas míticas montañas europeas y que escale a su ritmo pero a buen paso. Que supere el récord de 16 temporadas en el pelotón profesional...
Me conformaría con volver a ver a alguien ahí.
Que busque algún triunfo de etapa y que hasta se vista de líder general en una vuelta grande, con bandera de Costa Rica en mano y obligando a utilizar el hashtag #OrgulloTico, como lo hizo él, el gran Andrey Amador.