En el debut oficial de Miguel ‘Piojo’ Herrera al frente de la Selección de Costa Rica los goles fueron cayendo como las cuentas en un Rezo del Niño. Era una goleada obligatoria, por la fragilidad de Belice, un oponente dócil que llegó vestido de comparsa a soñar con el pitazo final desde el minuto 1.
El 0-7 no puede servir para sacar conclusiones definitivas; sería un ejercicio apresurado, como juzgar el libro por su página inicial o la telenovela mexicana por el primero de sus 400 capítulos. Sin embargo, el marcador alimenta el ego colectivo y brinda material para los estadígrafos, pero más importante aún: les da ritmo y credibilidad a jugadores que venían entre signos de interrogación.
Ni la eliminatoria mundialista, ni la Copa Oro, ni prácticamente ningún partido que juegue la Selección en la ventana de los próximos dos años resultará tan fácil como el duelo del viernes, con un rival condicionado por sus propias limitaciones y carcomido por una guerrilla interna entre jugadores y la Federación de Belice.
Con solo ver el estadio bastaba para darse cuenta de la modestia del oponente; una plaza con alfombra sintética y graderías de cemento donadas por la FIFA como parte de su proyecto para expandir el negocio a todo el mundo. Mientras la Selección de Costa Rica llegó en vuelvo privado con legionarios de varias partes del orbe, los beliceños dedicaron los días previos a pelearse por la supuesta falta de compromiso de algunos jugadores. El propio entrenador, Charile Slusher, tiró el tapón y denunció que algunas figuras ni se tomaron la molestia de ir a entrenar en el campamento previo de cuatro semanas.
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En todo caso, es problema de ellos. Costa Rica hizo lo que corresponde ante un adversario permisivo: llenar el canasto con actitud de gula y sin bajar revoluciones cuando el partido está resuelto.
Sobresale el trabajo de Brandon Aguilera, a quien le está costando romper el cascarón como el 10 de la Tricolor. Tiene la pesada herencia de sustituir a un histórico como Bryan Ruiz, y los fieles heredianos se le van encima porque deja relegado al Profeta Elías, que ni aparece en las convocatorias. Pero esta vez Brandon asumió el papel que le corresponde como conductor y mostró ritmo europeo, esa gran diferencia que suele crear un abismo entre los legionarios y los futbolistas del ámbito local.
Álvaro Zamora también sumó números con un doblete viniendo desde la banca. A ningún delantero le regalan los goles; hay que tener olfato y sentido de la precisión, así se trate de un rival dócil que solo llegó a poner cara de víctima.
Mención aparte lo de Patrick Sequeira, que en el partido casi no intervino pero cuya jugada más espectacular llegó después, en los micrófonos de Columbia. Interrogado dos veces por Yashin Quesada sobre el posible regreso de Keylor Navas, Patrick salió a despejar de puños: mostró respeto por el Halcón, pero de una vez afirmó que él está dispuesto a competir. Una contundente intervención de apenas unos segundos, donde mostró valentía y mandó el recado de que no va a ceder así no más el arco de la Tricolor que ya le pertenece.
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Viene el partido de regreso, el martes en el Estadio Nacional. Desde el punto de vista de la clasificación a Copa Oro se trata de un simple trámite; es pasar a la ventanilla por el inútil sello triplicado. Si Belice no mostró nada en su casa, de visita llegará con las esposas puestas desde el aeropuerto.
Para Miguel Herrera, será una buena oportunidad de ver la respuesta colectiva ante circunstancias favorables. Un eventual manejo de rotaciones también le permitirá dar minutos a futbolistas que recién estrenan la cédula y ya están levantando la mano, como Andy Rojas o Santiago Van der Putten. Y así robustecer el tan comentado proceso de renovación de la Sele.
De nuevo: Belice no es un parámetro para volverse locos y llenar la Fuente de la Hispanidad. De momento, es solo uno de esos exámenes fáciles donde hay que sacarse el 100, pero no para pegarlo en la refri.