Riad. Los traspasos de estrellas del fútbol a clubes de Arabia Saudita por cuantiosas sumas acapararon titulares en los últimos meses; sin embargo, lo que el riquísimo reino del Golfo se encuentra en juego no es deportivo: Riad está buscando un plan B que le genere ingresos ante el anunciado declive del petróleo.
Un jugador brasileño recibido por miles de aficionados y llevado en un Rolls-Royce a un banquete ofrecido por la familia real saudita: el nombre de Neymar viene a la mente, pero se trata de Roberto Rivelino.
El exfutbolista firmó un jugoso contrato con el equipo Al-Hilal en 1978, 45 años antes de la llegada de Neymar este verano boreal.
“Además de recibir un nuevo Mercedes Benz y $10.000 al mes, Rivelino se alojará en uno de los palacios del príncipe Khaled Al-Saoud”, escribió el Washington Post en ese momento.
Neymar, así como Cristiano Ronaldo, Karim Benzema y otras superestrellas, recibieron honores similares al recalar en la primera división saudita, la Saudi Pro League.
Solamente en traspasos, el fútbol saudita invirtió este verano boreal $830 millones (765 millones de euros), sin contar los salarios faraónicos de los jugadores.
Acusadas de servir para encubrir las violaciones de derechos humanos en el país, estas sumas astronómicas son inéditas en el mundo del fútbol, incluso para el propio reino saudita.
Pues en la actualidad, esas inversiones están enmarcadas en una estrategia global del principal exportador de petróleo bruto del mundo: remodelar su economía antes de que los ingresos por el oro negro se desplomen.
De esta manera, esos millones forman parte integral de “la transformación dirigida a llevar a este país a donde quiere ir”, afirma Carlo Nohra, director de operaciones de la Saudi Pro League.
“Completamente diferente”
Esta voluntad de transformación se refleja en el proyecto Vision 2030 del poderoso príncipe heredero Mohammad bin Salmán, quien está decidido a abrir su país y reducir su dependencia del petróleo.
Futbolistas internacionales como Rivelino recalaban en Arabia Saudita en los años 1970, según recuerda Saleh al-Khalif, redactor jefe adjunto del periódico deportivo saudita Al-Riyadiah.
“Rivo (Rivelino) vino, al igual que otros jugadores tunecinos que tuvieron un buen desempeño en el Mundial-1978. Sin embargo, la experiencia resultó ser un fracaso”, recuerda.
En aquella época, los clubes fichaban sin que existiera una estrategia gubernamental. “Ese sistema no era viable, por lo que no sobrevivió”, estima Saleh al-Khalif. “Hoy es completamente diferente”, afirma.
La Arabia Saudita de MBS, como se le conoce al príncipe heredero, invirtió cientos de millones en todos los campos: desde una nueva ciudad futurista en las costas del mar Rojo, hasta grandes eventos deportivos y culturales, así como diversos proyectos para un incipiente turismo de lujo.
Para este país de 32 millones de habitantes, en el que dos tercios de la población tienen menos de 30 años, el tiempo apremia. La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), de la cual Riad es un miembro importante, prevé que el consumo mundial alcance su punto máximo hacia 2040, lo que implica que los ingresos se estancarán y disminuirán.
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‘Pan y circo’
Los sauditas están “en una carrera contrarreloj”, en palabras de Simon Chadwick, profesor de deporte y economía geopolítica en la SKEMA Business School de París.
“Arabia Saudita tiene 20 años para diversificarse. Mientras tanto, está expuesta a las fluctuaciones en el precio del petróleo”, explica este especialista. En su opinión, el país debe “actuar de manera rápida, estratégica y eficiente”.
En un país donde, hasta hace pocos años, los espectáculos públicos eran escasos y a las mujeres se les prohibía asistir a los estadios, se trata de complacer a una población “que durante mucho tiempo se le privó de entretenimiento a ese nivel”, según Ali Khalid, periodista deportivo en el periódico saudita Arab News.
Dejando de lado las críticas “cínicas” sobre la represión en Arabia Saudita, Khalid se alegra de que las autoridades proporcionaron a la gente “lo mejor en términos de entretenimiento”.
Pero las inversiones en el fútbol, así como en la Fórmula 1, el golf o los festivales de música, también pretenden “asegurar la posición de la familia reinante”, según Chadwick.
“La inversión en el fútbol es el pan y circo del siglo XXI”, afirma. “Es darle al pueblo lo que quiere mientras se espera que estén tranquilos”, a pesar del ejercicio autoritario del poder.