La multitud recibió con gritos de “¡Qatar, Qatar!” el anunció de Joseph Blatter, presidente de la Federación Internacional (FIFA) de convertir a este pequeño país del Golfo Pérsico en sede del Mundial de 2022.
Grandes atascos impedían la circulación en los paseos de la ciudad, especialmente iluminada para la ocasión, donde la muchedumbre, con banderas de Qatar pero también de otros países árabes seguía en una pantalla gigante el anuncio de los resultados en Zúrich.
Gente joven y menos joven hacían sonar sus vuvuzelas, las trompetas de plástico que se hicieron famosas durante el Mundial de Sudáfrica.
“Organizar un Mundial es un honor para Qatar y para todos los árabes”, decía Achraf Jaber, un egipcio de 34 años, que vive en Doha.
“Seguir el Mundial en Qatar será una ocasión única”, explicaba por su parte Robert Khoury, un libanés de 25 años, porque tendrá “consecuencias económicas que generarán prosperidad”.
El país tiene un ambicioso programa de desarrollo de un coste total estimado en 100.000 millones de dólares.
“Estamos todos con Qatar”, se leía en una pancarta con los colores del país que llevaban un grupo de jóvenes de distintas nacionalidades.