La participación de futbolistas ticos en el exterior reunió todo tipo de historias a lo largo del tiempo, desde la ilegalidad de una liga pirata, entre los años 40 y 50, hasta el formalismo que prevalece hoy.
Costa Rica tomó parte en el mayor esplendor que hubo en Colombia, La Época del Dorado , la meca del fútbol latino, tras admitir el profesionalismo en 1948.
Aquel año se celebró el primer Torneo Nacional, una liga pirata ganada por el Independiente de Santa Fe, que tenía a dos ingleses, George Mountford y Neil Franklin, exfutbolistas del Stoke City.
Ante estos contratos, la FIFA dictaminó que los pases de Mountford y Neil fueron irregulares y, por ello, estalló un conflicto con la Federación Colombiana de Fútbol.
Como no aceptó las directrices de la FIFA, la entidad local fue separada de la entidad por un tiempo indeterminado. Por ello, ningún club colombiano ni su Selección Nacional pudieron actuar en ese tiempo, en los partidos internacionales.
Pero el castigo no evitó que sus equipos compraran a los mejores del continente, sin que mediaran los pases ni los traspasos internacionales. Así, el Millonarios de Bogotá adquirió a Alfredo Di Stéfano, el astro del River Plate argentino, quien llevó a los capitalinos a conseguir fácilmente el título local.
Desde los dos primeros años, la Universidad de Bogotá había firmado a ocho ticos: Rafael Ángel Cardona, Jorge Cholo Rodríguez, Hernán Panzón Umaña, Carlos Chale Silva, Maximiliano Max Villalobos, Rodrigo Osito Solano, Elías Valenciano y Leonel Boza.
Luego se les unieron 13 más y sumaron 21 compatriotas en el club.
El fútbol colombiano estaba repleto de extranjeros. Todos los clubes tenían cinco o más. Por eso, se le consideraba un Mundial privado.
A los ticos les ofrecían fichaje, sueldo, apartamento y comida.
José Rafael Fello Meza y Carlos Alvarado recibían $3.000 por ficha y un salario de $200; en tanto que a Max Villalobos le daban $6.000 de ficha y un buen pago. El resto de los foráneos vivía en la opulencia.
Colombia normalizó su legalidad, el veto de la FIFA se levantó en 1954 y las estrellas rutilantes regresaron a sus equipos de origen.
Todo muy distinto a lo de hoy. La FIFA no deja ningún portillo abierto para que hayan ligas piratas y los traspasos internacionales de jugadores siguen un protocolo estricto.
Casos como el de Costa Rica son regulados por la FIFA. Así los fichajes se incluyen –año a año– en su reporte anual del Mercado Global de Transferencias, y se despeja cualquier duda que pudiera existir.