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La ambición bien dirigida marca una diferencia sustancial entre un futbolista bueno y otro extraordinario. Keylor Navas es un buen ejemplo. Fue el suplente de Daniel Cambronero en un Mundial Sub-17, de Gonzalo Munúa en su primer año en el Levante y de Iker Casillas en su campaña de estreno en el Real Madrid.
En el Municipal de Pérez Zeledón no superó las visorías dado que el club lo consideró un portero muy pequeño.
En el equipo blanco, Florentino Pérez hizo todo lo posible para traspasarlo al Manchester United, pero un retraso en la tramitología acabó por mantenerlo en el club, lo que, a la postre, le permitió ganar tres copas europeas.
Cuando miro el rostro de Keylor desencajado después de perder su primer final en la Liga de Campeones de Europa, luego de ganarla tres veces de manera consecutiva, es cuando más percibo la mentalidad de un ganador.
Y me parece que el contexto actual, en el que los futbolistas jóvenes están regresando prematuramente a Costa Rica, después de andaduras cortas y poco exitosas, es cuando se debe destacar el rostro de Navas.
No es la típica cara de felicidad y alegría que exhibió cuando ganó las últimas ‘Champions'. Es la premisa de querer ganar siempre, de esforzarse todos los días en los entrenamientos dejando atrás la ley del mínimo esfuerzo.
El éxito, pero sobre todo la derrota de Keylor, debe servir para que los jugadores jóvenes comprendan que, en las grandes vitrinas, no hay espacio para la mediocridad.
No es suficiente con llegar. Los grandes quieren ser los mejores siempre.
Miraba el debut de Bryan Ruiz el sábado y puede sorprender que después de anotar dos goles en un Mundial, de ser campeón en Holanda y de jugar en la Premier League, salió molesto por perder contra Guadalupe.
Hace pocos días, Christian Bolaños fue catalogado el mejor jugador del torneo con 36 años y ahora se alista para regresar a Europa, a pesar de que, en el pasado, ya disfrutó de una larga estancia en el fútbol internacional.
Esa ambición es la que debe prevalecer y la que urge impulsar en los clubes durante la etapa formativa. No concuerdo con quienes dicen que no la pegaron en el fútbol de Europa ‘porque estaba muy frío', o porque extrañaba a la familia.
El espíritu de superación debe sobreponerse si realmente queremos tener ‘otros Keylor Navas’ en el futuro.
Si un futbolista anhela llegar lejos, no puede pensar únicamente en ganar dinero (muchas veces, el único que gana es el representante). Debe soñar en grande y trabajar a la altura de sus ambiciones.
Aspirar a las mejores ligas siempre, porque si lo hace el dinero llegará por añadidura.
Dedicarle menos tiempo al ‘play station’ y entrenar más horas; mirar muchos videos, tratar de replicar lo que hacen los grandes futbolistas, pedir consejos y sobre todo aprender.
Por ejemplo, Celso Borges ya suma casi 10 años en Europa, la mayoría con regularidad.
Toda una generación de futbolistas, en cuenta Keylor, está dando el ejemplo sobre la ruta que se debe seguir.
La gran interrogante es: ¿cuántos jóvenes están dispuestos a volar tan alto?