Aquellas estrofas que todo saprissista ha cantado con el alma en el estadio Ricardo Saprissa, en una especie de versión chill out, llegan hoy hasta el tuétano de los aficionados para festejar el recinto de las noches mágicas, el de las saprihoras, el de las serpentinas que caían como en piñata gigante, el del humo morado en erupción desde los extintores mientras salen los héroes...
El Ricardo Saprissa Aymá -la Cueva para los amigos- inaugurado el 27 de agosto de 1972, dejó ser un estadio para convertirse en reservorio de emociones. Lágrimas y festejos, triunfos y frustraciones (más los primeros que las segundas) habitarán por siempre en uno de los escenarios deportivos de más historias contadas y por contarse en Costa Rica.
Temido por unos, mitificado por otros, festeja sus 50 años con música e imágenes imborrables. Aunque el crédito lo tienen la voz de Haury, el cantante no vidente, ganador de Nace una estrella en 2011, y la productura FOKUS, este homenaje al Ricardo Saprissa está hecho con los títulos de sus jugadores, el empuje de la afición, el sueño de don Ricardo y la voz de cada morado que aunque sea una vez ha entonado esas estrofas.
Se graduó en la UCR, debutó en la revista Triunfo, hizo carrera en Al Día y hoy, con 30 años de periodismo, vive el partido de pie, al lado de la línea, como estratega de la sección deportiva de La Nación. A veces desearía entrar al campo como en los tiempos del Mundial Corea-Japón 2002 o los Olímpicos Londres 2012, pero lo suyo es hoy el banquillo
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