Wílmer López se vistió con una camisa rojinegra y jugó el clásico.
Desde el banquillo no paró ni un minuto.
Se movía de un lado hacia otro y después de 10 minutos de presión, logró que su equipo equiparara el juego en la casa del Saprissa.
La Liga no se veía mal y el Pato era el artífice. Quizás no como en sus tiempos de creativo en el centro del campo, pero sí como cerebro que marcaba diferencia y por mucho.
Las instrucciones las había dado claras, pero no quería pecar de mezquino.
Así como exigía que sus hombres sudaran la camisa, él también lo hacía. El Pato tenía la adrenalina al tope, sin nunca dejar de guiar a sus dirigidos.
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López hablaba constantemente con sus jugadores, les hacía señas y les aplaudía cuando las cosas les salían tal cual él quería.
Llegó el minuto de hidratación, en el primer tiempo, y ahí estaba él, recibiendo a sus jugadores con una palmada en la espalda, aprobando su accionar.
Alajuelense sacaba un buen partido, pero un error propio le salió carísimo.
Ese autogol de Kurt Frederick en el minuto 33 cambió el rumbo y condenó a la Liga. López se llevó las manos a la cabeza.
Él había arriesgado tras sacar el látigo y las cosas le salían, de momento, pero no contaba con que un autogol le echaría a perder los planes.
El santalucense ya no jugaba igual, anímicamente estaba caído y se desmoronaba el castillo de arena que Alajuelense levantaba en la Cueva, aunque los erizos trataban de no desordenarse y seguir con las transiciones encomendadas por Wílmer.
Al cierre del primer tiempo, Mariano Torres sonrojó a Patrick Pemberton y en el 43' le marcó el 2-0, con un tiro desde fuera del área.
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López no lo podía creer y no por el marcador en sí, sino porque su equipo había generado varias jugadas de peligro.
Pero la ley del fútbol no falla, el que no los hace los ve hacer y la Liga, sin jugar mal, no encontró el camino al gol.
El Pato no se sentó ni un minuto, era un partido que no le permitía eso.
Inclusive, ya había dicho que tenía noches sin dormir y no por pensar en el clásico, sino por la angustia y el dolor de ver cómo su equipo se olvidó de ganar.
Es la quinta derrota consecutiva de los rojinegros, coleccionando una serie de errores individuales que la Liga paga a un precio alto.
Un ejemplo claro fue contra Herediano, donde la expulsión de Jonathan McDonald, el penal de Luis Sequeira y el tiro de esquina regalado por Kenner Gutiérrez en el 95' provocaron que la Liga saliera con las manos vacías del Rosabal Cordero; justo así a como se fue del Saprissa, por el autogol de Frederick y el error de Pemberton.
Y ahí siempre estuvo el Pato de pie, jugando el clásico.
Un partido al que llevó jóvenes y dejó fuera de convocatoria a hombres consolidados como Kenner Gutiérrez y Cristopher Meneses, quienes sufrieron la derrota desde el palco.
¿Acierto o error? Solo él lo sabrá.
Según el presidente de la Liga, Fernando Ocampo fue el propio Wílmer López quien pidió que no hubiera separaciones antes de este duelo.
Las cosas podrían cambiar a partir de este momento.
El clásico finalizó con victoria de 2-0 para Saprissa, justo el marcador con el que la Liga venció a los morados cuando el Pato se estrenó como técnico.