Con Iván Mraz calza a la perfección aquello del genio y figura.
No podía ser de otra manera. Algunos lo señalaban como un dictador, sus declaraciones eran tan directas que muchas veces quedaba la percepción de que estaba de malas, pero es que en realidad decía lo que pensaba.
Y no era solo de hablar, en realidad, hacía más de lo que decía.
En 2014 le diagnosticaron Alzheimer, pero Alajuelense resulta imborrable en su mente.
Así lo dejó entrever al concederle una entrevista telefónica a La Nación y lo confirmó su esposa, doña Flora Sandoval.
“Tuve suerte de tener más jugadores de alto nivel que mediocres”, manifestó Mraz, una frase que demuestra que es el mismo de siempre.
Al consultársele sobre jugadores importantes de esos tiempos, recordó que Wílmer López era talentoso, pero que habían otros sobresalientes, como Rodolfo Mills y José Carlos Chaves Innecken.
Contactamos a los dos defensores y esa época también resulta inolvidable para ellos.
“No sé quién había dejado a la Liga y cuando él vino todo el mundo creía que era el mismo tipo de entrenamiento, que era una vez al día, de 11 a. m. a 1 p. m; pero resultó que con él era de 9 a. m. a 11 a. m. y de 3 p. m. a 5 p. m.”, recordó Mills.
Pero eso no era todo, porque durante la pretemporada, había triple sesión diaria. Mraz se llevaba el equipo a alguna playa y los horarios estaban definidos. De 5 a. m. a 7 a. m., de 11 a. m. a 1 p. m. y de 4 p. m. a 6 p. m.
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“Eso era solo en pretemporada, ya después, en el campeonato de cuatro vueltas, eran dos veces por día y hasta terminando la tercera vuelta solo una vez entrenábamos por día”.
Tampoco se trataba solo de cantidad, sino también de calidad. La condición física de los liguistas estaba muy por encima de los demás equipos.
“Era muy fuerte, porque yo al menos me acuerdo que una vez me desmayé y de todo. En aquellos tiempos eran de agua de tubo nada más y de vez en cuando nos llevaban donde nos daban frutas”.
Las condiciones empezaron a cambiar y Alajuelense daba pasos hacia la profesionalización, con contratos, con garantías, pero también con exigencia.
“Él era buena gente, yo no tengo nada malo que decir de don Iván, era estricto, pero todo mundo se acopló con la idea de él y por eso fuimos campeones con él. Era un buen entrenador, todo era disciplina. Jugador que venía borracho él se la aplicaba y tenía que pagar los premios, porque antes pagaban premios por ganes o empates. Ahora es diferente”, contó Mills.
Pero aquella impresión que Mraz proyectaba tenía un rostro que no todos conocían.
“Él siempre tenía una cara de enojado. Si perdíamos y no hacíamos las cosas bien se enojaba mucho, era muy estricto. Si usted necesitaba un permiso se lo daba, pero al otro día tenía que hacer lo mismo que hicieron los compañeros el día pasado. Usted no se podía quitar de un día de condición física. Pero vea qué curioso, era muy estricto, pero fuera de la cancha solo risas”.
Para los rivales no era nada fácil enfrentarse a la Liga con Mraz en el banquillo.
“En pleno partido me decían: ‘¿Qué estás haciendo?’ y yo les respondía: ‘Me mandaron a marcar, si usted va al baño tengo que ir al baño, pero hoy usted no hace nada’. Y nos catalogaron como perros Dóberman, porque todos los jugadores tenían una marca”.
Recordó que el lateral derecho debía estar listo para cambiar de banda a pesar de que no tuviera zurda.
“A él no le importaba, porque era totalidad, un grupo. Nosotros marcábamos duro y en condición física estamos mejor, los otros equipos no estaban bien preparados. Cuando me vine de Limón me decía: ‘Tengo que ser campeón, no sé cómo, pero lo seré’. Y ya siéndolo fue otra cosa, por eso es que el mejor campeonato para mí fue en 1980″, recordó Mills.
José Carlos Chaves: ‘Yo estaba en Saprissa y él me contrató para jugar en Alajuelense’
José Carlos Chaves Innecken cuenta que desde el primer contacto que tuvo con Iván Mraz, sabía que el europeo había llegado al país para hacer cosas diferentes.
“Puedo describirlo como un gran profesional, una persona que sabía mucho y que en la época en la que él llegó al país revolucionó gran parte de nuestro fútbol”, mencionó.
Era muy joven, hacía sus primeras armas y muy rápido le tocó tomar una decisión pensando en su futuro, ante una propuesta de Mraz.
“Yo estaba en el Saprissa y él me contrató para jugar en Alajuelense. Ya él tenía creo que uno o dos años de estar en la Liga y él estaba desarrollando su proyecto en la Liga. Él me incorporó a mí, siendo muy joven. Tenía como 20 años y yo siempre he sido muy disciplinado. No me chocó la metodología de trabajo y las exigencias que él tenía dentro de su forma de preparar los equipos y de jugar”.
Su estilo iba muy de la mano con lo que Mraz quería.
“Ahí hubo ese clic que siempre es importante en cualquier actividad de la vida, que me hizo muy receptivo de todas las ideas que él tenía. Entonces, se me facilitó el comprender lo que él quería, sobre todo porque yo era consciente de que nosotros teníamos que evolucionar de lo que veníamos haciendo si queríamos mejorar. Puedo decir que se juntaron esos pensamientos y nunca tuve dificultad con él”.
Chaves ve al checo como una persona que lo impulsó a crecer.
“Siempre hemos mantenido una muy bonita relación, incluso de confianza que estuve varios años en la Liga con él y luego de que yo me retiré del fútbol, él me llamó para que yo fuera su mano derecha en la parte administrativa. Y estuve con él año y medio como subgerente”.
Antes de eso, él fue uno de aquellos jugadores que representaron a Costa Rica en el Mundial de Italia 90. Al regresar, Mraz le dio la oportunidad de irse a jugar a Europa.
“Él siempre me brindó la posibilidad de que yo creciera como futbolista, como persona, hasta llegar a ese punto. Me fui a Eslovaquia, que en ese momento era Checoslovaquia, su tierra natal y jugué en Bratislava”.
Mencionó que hace 40 años, la realidad del fútbol nacional era que muchos tenían su trabajo y, además, jugaban.
“Con los cambios introducidos por él, empezamos a ser más profesionales, con doble entrenamiento, eran etapas de pretemporada más largas. Era un cambio en donde necesariamente si uno quería sobresalir, o por lo menos consolidarse como un buen jugador y tratar de llegar a ser más profesional, había que sacrificar muchas cosas que veíamos algo normal”.
Esos entrenamientos eran más intensos y a doble sesión. Cada uno sabía que debía recuperarse bien para rendir en las dos sesiones.
“A usted no le quedaba tiempo para otra cosa. Yo siempre complementé mi carrera deportiva con la universidad, pero ya no podía llevar la misma cantidad de materias, porque tenía que rendir en las dos partes”.
Los relatos de ellos reflejan lo que fue el inicio de la profesionalización, marcada por un extranjero que llegó al fútbol nacional sin que nadie supiera quién era.
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