Bayron Mora Montenegro muchas veces soñó con el momento de defender el arco de Liga Deportiva Alajuelense y por eso este 1°. de octubre jamás saldrá de su mente. Es su debut en la Primera División con los rojinegros.
El debate en el arco sobre la titularidad de Leonel Moreira o Miguel Andrés Ajú quedó de lado, al menos en este partido entre la Liga y Grecia. Es la noche para Bayron, aquel niño portero que viajó solo desde Paso Canoas en busca de su sueño.
Algo que hasta en su propia casa creyeron imposible, pero que él nunca lo pensó así.
Bayron Mora tiene 19 años, es de Paso Canoas, mide 1,85 metros y desde hace siete años pertenece a la Liga.
Para quienes siguen el paso a paso de las divisiones menores de Alajuelense, él no les resulta para nada desconocido. Es el arquero del alto rendimiento, pero también se convirtió en el tercer portero del primer equipo.
La Liga presentó una alineación muy alternativa, confiando plenamente en su arquero juvenil. En reiteradas ocasiones, Fabián Coito ha mencionado que él tiene muchas condiciones. La rotación este sábado se debe a que Alajuelense encarará dos semifinales de forma simultánea.
Una, ante el Real España de Honduras, en la Liga Concacaf; otra, contra Saprissa, en el Apertura 2022. De hecho, la Liga tiene que estar este domingo a las 4 a. m. en el Aeropuerto Juan Santamaría para viajar a Honduras, donde jugará el martes.
La inspiradora historia de Bayron Mora
Tiempo atrás, Bayron Mora sumó experiencia en la Segunda División con Mauricio Montero. También dio de qué hablar en los 90 Minutos por la Vida.
Para estar donde se encuentra, solo él sabe todo lo que ha pasado. Y no ha sido fácil. En enero de 2021 el propio Bayron Mora contó su historia a La Nación.
Recordó que tenía 11 años, estaba en quinto grado, integraba una selección regional de Paso Canoas, vivía con su papá, Gonzalo Mora y se percataron de que habían pruebas en la Liga, como parte de los reclutamientos a nivel nacional.
“Cuando yo llegué a hacer las pruebas saqué los guantes y mi mamá (Ambar Montenegro) se quedó extrañada. Me dice: ‘¿Usted es portero?’... Y le respondí que sí. El reclutamiento lo pasé y tenía que venir en la tarde a entrenar con los porteros en específico, vine con Román González, entrené y lo hice bien. Cuando fui a hablar con Enrique Vásquez me dieron una semana para acomodarme y que me incorporara”, relató el arquero.
Su tío Eladio Martínez (qdDg) se encontraba San Miguel de Santo Domingo y le tendió la mano.
“El día que me vine tuve que agarrar bus de 4 a. m., yo alisté todo una semana antes. Nunca había viajado solo en un bus, estaba muy acostumbrado a andar pero por Paso Canoas e ir a mejenguear. Yo vivía con mi papá, me faltaba una semana y yo tomé la decisión de agarrar un bus y venirme. Eran ocho horas en bus”.
Durante las primeras dos semanas, ese tío lo ayudaba con el transporte. Don Eladio trabajaba en el Hospital Calderón Guardia, pero ya no podía pedir más permisos. Una vez más hicieron todo el recorrido juntos, pero quedaron en que Bayron debía aprendérselo, porque al día siguiente ya le tocaba hacerlo solo.
“Yo recibía clases de 7 a. m. a 2:10 p. m. y había un bus que pasaba a las 2:20 p. m. Iba a San José, caminaba a la parada de Alajuela. Entrenaba a las 4 p. m. y llegaba cinco minutos antes, a cambiarme en los baños y a irme a entrenar de una vez”.
Estaba en prospectos y ese primer torneo le costó.
“Había días que yo lloraba y no quería seguir, pero ya luego pasó un torneo y empecé a jugar con los pequeños. No tuve mucha competencia y casi no me dieron minutos. Al otro torneo llegó Mauricio Montero, él habló conmigo y me motivó mucho. Para mí él es uno de los que me ha ayudado un montón. Él, Enrique Vásquez y Román González hablaron conmigo, que no bajara los brazos, que eran oportunidades que muchos jóvenes deseaban porque yo era pequeñito y ese estilo de vida no cualquiera lo llevaba”.
La rutina era cansada, pero aprendió a sobrellevarla. Salía de las prácticas a las 7 p. m. y caminaba más de media hora para tomar el bus de 8 p. m.
“Apenas estudiaba media hora, porque llegaba a la casa a las 9:30 p. m. o 10 p. m. a comer, bañarme y estudiar, ir a dormir y levantarme a las 4 a. m. o 5 a. m. para ir a la escuela”.
Vinieron complicaciones, porque iba para el colegio y necesitaba más tiempo para el estudio.
“Hablé con la Liga porque si no me ayudaban con algo no podía seguir, porque me estaba afectando la parte económica, porque mis papás me ayudaban en lo poco que podían darme, pero no me alcanzaba para seguir viajando”.
Alajuelense le dio el colegio, pero él debía costearse la estadía y conoció a Blanca Vargas, quien criaba chiquillos de la Liga.
“Me instalé, yo era como el hijo y estuve el segundo año con ella. Ya era más céntrico porque vivía en Alajuela. Se facilitaron muchas cosas, pero era un colegio bilingüe y no era el nivel académico que yo tenía. En la parte futbolística me mantuve, pero el estudio me costaba y casi me quedo, fui a convocatoria y la pasé”.
Jugaba en la U-13, el equipo rojinegro que fue a México y quedó tercero en la Concachampions.
“Nos llevaron, porque yo qué plata iba a tener para ir, recogimos afuera del estadio en un clásico y en total a cada jugador le tocaron $19. Tuve que repetir el año, porque pasé fuera un mes, con ese viaje y los entrenamientos que se acomodaban en la mañana no podía ir a veces, todas esas clases me las perdí”.
Mora seguía creciendo y en el proceso U-15 iba para 14 años, tenía poca edad para esa categoría y al principio le costó. Los porteros que habían eran muy altos y él era pequeño.
“Creía que me iban a echar. Me aburrí porque tal vez yo en la parte futbolística tenía ventajas, pero en el biotipo sí me sentía inferior a ellos. Román González me dijo que tenía muchas condiciones y que no bajara los brazos. Hasta el momento yo podía estar bien, pero eso me aburría, saber que mi biotipo no era igual al de ellos”.
Ese mentor le aconsejó que trabajara más para que compensara con técnica lo que le preocupaba del biotipo.
“Se fueron los otros y quedamos los más pequeños. Ese torneo lo jugué con la U-15. Entré a otro colegio y todo iba muy bien. Cuando se creó la residencia aquí en Liga Deportiva Alajuelense fue como pare, piense qué va a hacer y ojalá sea la mejor decisión, porque yo ya no podía seguir viviendo en Alajuela”.
Mora sabía que los entrenamientos el otro año iban a ser en la mañana y había doble sesión. “Fue cuando tuve que pensar en qué era lo mejor para mí, si seguir jugando fútbol o estudiar. Ya tenía noveno ganado y la señora se fue para Estados Unidos. Yo me quedé solo, con el nieto de ella que era mayor de edad. Llamé a mi familia y les dije que no sabía, que había una residencia y no sabía”.
Asumió el reto y se fue a vivir al CAR en Turrúcares.
“Tuve una lesión de unos lipomas en el muslo, fueron tres meses fuera. Yo sabía que más concentrado en el CAR podía trabajar más, podía mejorar muchas cosas y el tiempo que había perdido por la lesión. Venía muy bien y las fases finales no las jugué por temas del director técnico, él tiene sus decisiones y me sentí muy mal. La verdad pensé hasta en irme, devolverme a la Zona Sur”.
De nuevo estaba ante una prueba de persistencia y optó por seguir.
“Todo se me facilitó, el colegio que hicieron, la residencia, la alimentación, solo me concentraba en cuatro cosas, que eran llevar bien el cole, entrenar, descansar y alimentarme. Pasé un año y ascendí a la U-17. Igual era un año menor.
La pandemia fue un obstáculo, pero cuando el fútbol volvió, se presentó la oportunidad de que jugara en la Segunda División, con ese convenio que tenían los rojinegros para darle horas fútbol a sus cachorros.
“Yo lloré de felicidad cuando Agustín Lleida me dijo que íbamos a volver a los entrenos en Segunda, que yo iba a estar ahí. Jugué en Segunda con Mauricio Montero y para mí él es una de las personas que más me han ayudado en la parte mental, porque es muy sensato para hablar, muy puntual”.
Pero surgió un inconveniente, porque para estar en la Liga de Ascenso sus papás le debían firmar un documento.
“Me dijeron que no podían venir. Y uno se pone a pensar, será que ellos no quieren que yo juegue fútbol. Hablé con mis abuelas, pero la firma válida era de los papás. Fue una negociación no con el club, sino con ellos. Me decían que estudiara, pero yo les respondía que yo estaba estudiando y llevaba el fútbol de la mano. A nivel emocional fueron dos meses muy duros”.
A pura fuerza de voluntad, él ha seguido persiguiendo su sueño. Bayron Mora es uno de los jovencitos que vive en el Centro de Alto Rendimiento en Turrúcares y tiene como compañero de habitación al delantero Doryan Rodríguez.