Daniel Colindres llegó a probar suerte al equipo de Segunda de Saprissa luego de ser rechazado por la Liga. Se lo recomendaron al entrenador de ese entonces, Roy Myers, quien conocía de su pasado en el fútbol sala.
En una ocasión, el equipo de veteranos de Myers se midió con un conjunto amateur de Alajuela en una cancha sintética cercana al aeropuerto Juan Santamaría; Colindres era la figura.
En su primera práctica de morado, el atacante le recordó a su técnico aquella mejenga.
–¿Se acuerda?, le hice un caño a Josef Miso (jugaba con el equipo de Myers)–, dijo con alegría.
–Sí, ¿pero cómo quedó el partido?– , le preguntó su técnico.
– Perdimos–, reconoció. Y luego, el entrenador aprovechó para darle una lección que unos años después tomaría relevancia en su estilo de juego.
–Ve que en el fútbol no sirven los caños; sirve ganar.
Ya pasaron ocho años desde que el futbolista tuvo un tardío debut en la primera categoría.
Con 24 años, recibió su gran oportunidad, cuando Saprissa tenía como regla debutar a sus promesas al filo de los 20.
Hoy tiene 30. Una edad que en las canchas causa dudas (le dicen viejo), pero que catapultó al jugador de origen alajuelense.
Pero, ¿por qué Daniel Colindres reventó tan tarde?
“Era uno de los más pequeños que teníamos en el equipo de fútbol sala, reventó más viejo, por ahí de los 20 años”, recuerda su descubridor Marlon Matarrita, quien lo vio por primera vez en un torneo de secciones en el Instituto de Alajuela.
Siempre fue flaco y pequeño, lejos del jugador fornido del presente.
Formación. En gimnasios de su provincia, pulió condiciones para fútbol sala desde los 14 años.
Primero, fue en Juegos Estudiantiles; después, en Juegos Nacionales con Alajuela, y años más tarde, en la división de honor con el equipo de Santa Bárbara.
Su consolidación en la disciplina le permitió llegar a la Selección Nacional y jugar un papel protagónico en los Panamericanos de Río de Janeiro 2007.
El certamen internacional le abrió la puerta para jugar profesionalmente en Brasil, aunque al final, la opción no se concretó.
“Si usted lo ve, difícilmente le quitan una bola. Maja mucho la pelota, la jala y la pisa. El dominio de balón que tiene es de fútbol sala”, recalcó Matarrita.
En Saprissa reconocieron de inmediato esta habilidad para controlar y cubrir el balón, sumada a unas condiciones físicas innatas y a un comportamiento agresivo, típico del jugador que se la cree cuando entra al campo.
También notaron que le costaba mucho realizar los movimientos tácticos con balón y sin este.
Era evidente: el fútbol sala lo obligaba a hacer recorridos cortos y explosivos. En cancha grande, los trayectos eran largos.
Al ser mayor que el resto de los jugadores, el tiempo para corregir era menor y el gerente mexicano de esa época, Mariano Varela, le pidió a su entrenador que tomara una decisión con el futbolista: o lo enviaban a préstamo, o no le renovaban el contrato.
Para suerte de él, al poco tiempo Myers asumió el primer equipo de Saprissa y se lo llevó.
Ante la falta de minutos en el club y luego de mostrar un rendimiento apenas aceptable, salió a préstamo a Santos de Guápiles y Puntarenas, en donde “comió zacate” y se ganó un nuevo chance.
“Yo vi que se le estaban escapando las posibilidades de dar el salto”, reconoció el Maravilloso.
Quien hoy es un referente en su equipo, hace ocho años se alegraba de lanzar un caño en las mejengas de su barrio.
El jugador de cuna alajuelense hizo felices a los morados.