A Andrés Carevic lo expulsan; se molesta, discute por unos segundos con el cuarto árbitro, se estira el cabello (que cada vez es menos) y sube al palco del Estadio Rafael Bolaños frustrado. Su equipo empató con el colero Grecia (1-1) previo al clásico. En efecto, debe ser frustrante ser Carevic hoy en día.
En Alajuelense ‘venden’ el discurso de que ganó dos títulos de tres en el segundo semestre del 2023, en cuenta la poco valorada Copa Centroamericana, pero a la hora de retribuirle la gratitud por estos éxitos apenas lo renovaron por seis meses.
¿Si realmente era tan importante la Centroamericana, por qué solo seis meses? Es evidente que, lejos del discurso político, en el propio corazón de la dirigencia rojinegra deben saber que la prioridad era conseguir el certamen local y no se logró.
Para ser justos, Carevic tiene razón cuando dice que la Centroamericana adquirió un valor mayor en los últimos días, cuando se corroboró que el Real Estelí es capaz de transformarse en un ‘tren demoledor’ en su campo, al punto de que derrotó a Olimpia, Saprissa y América de México (en el juego de ida de la Concacaf Champions Cup).
Más allá de los títulos y, volviendo al discurso de fondo, Alajuelense juega con una presión casi angustiante sobre sus hombros.
Los silbidos aparecen en cada partido. Joel Campbell reacciona ofuscado después de anotarle a Grecia, en medio de los aparentes insultos que venían desde la grada minutos antes de que consiguiera su anotación.
El club generó frente al colero del certamen un total de 22 ocasiones de peligro. Un dominio absoluto del duelo, pero con serias dificultades para acertar en la última jugada. En el remate final o en el centro preciso, la Liga deja ver un descontrol inusual.
Prestaba especial atención a la última jugada del partido, cuando Celso Borges cobró un tiro libre desde larga distancia y la pelota se fue demasiado lejos. El experimentado volante lanzó un reclamo al aire (o a alguien) y se regresó de vuelta a su zona.
La presión es permanente y así se refleja en el vestuario y en la grada. Sin ser un desastre, la idea de Carevic refleja poca evolución con relación a torneos anteriores, cuando con mayor practicidad en el modelo de juego se lograban victorias claras.
A estas alturas, la conclusión es tan sencilla como pragmática: cuando todos estos síntomas aparecen quiere decir que el ciclo del entrenador está desgastado.
Alajuelense convive con una enfermedad crónica: La desconfianza, que a la fecha, por más trabajo acumulado, ha sido imposible de controlar por el cuerpo técnico.
¿Es Carevic el gran responsable de la irregularidad manuda? Tal vez no, probablemente haya un conjunto de factores que, a la larga, golpean el ánimo colectivo del equipo.
1. La falta de definición.
2. La poca compresión de algunos movimientos tácticos.
3. El bajo nivel de algunos futbolistas.
4. La desmotivación por no hilar victorias consecutivas.
5. La respuesta desalentadora de la afición.
6. El desempeño irregular de algunos refuerzos.
7. Quizás, la escasa identidad en la planilla actual.
8. Las excesivas rotaciones.
Si la realidad de Carevic es tan pesada hoy en día, es evidente que incrementará en la fase final de la campaña, cuando la Liga probablemente dispute las finales.
Básicamente, solo encuentro dos soluciones para que disminuya el sentido de desconfianza, y es que la idea de juego empiece a transformarse en resultados positivos inmediatos, siendo el clásico una ‘válvula de escape’ (o todo lo contrario).
O que la dirigencia determine que el ciclo está tan desgastado, que solo con un nuevo entrenador será posible retomar el rumbo.