¿Debe un presidente de equipo cobrar salario? ¿Acaso no basta con el amor a la camiseta? ¿Pasó de moda el orgullo por la expresión latina ad honorem, ‘por la honra’ de hacerlo sin recibir recompensa?
¿No debería Juan Carlos Rojas comandar de gratis al Saprissa y conformarse con entradas al estadio para todos los partidos? ¿No basta el privilegio de ser el aficionado número uno de un club seguido por medio país?
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¿Puede romper así como así con la tradición de dirigentes trabajadores, apasionados hasta la médula, que, dedicados a otras empresas, las sacrifican en abnegada labor futbolera?
¿Ser presidente de equipo no es ya un honor, casi una condecoración? ¿Acaso tiene que considerarse un trabajo como el suyo o como el mío?
¿Acaso no es buena costumbre que los dirigentes trabajen de gratis y le roben tiempo al tiempo y se entreguen al equipo de sus amores, con o sin las cualidades para dirigir un club de fútbol?
Lo barato sale caro –decían las abuelas–, si bien la frase puede resultar tramposa y empujarnos a creer que precios altos y calidad van de la mano. No siempre. En todo caso, no me refiero en este párrafo al actual jerarca morado. De ser cierto que gana $12.000 al mes –como aseguró el accionista minoritario Joaquín Aguilar– no muchos se atreverían a decir que Rojas le sale barato al Saprissa. En todo caso, cada empresa paga lo quiere y lo que puede.
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Hace años, cuando todos los dirigentes de nuestro fútbol trabajaban a cambio de “nada”, me preguntaba si no sería apropiado dejar las Concherías de Aquileo Echeverría para el estante de libros y optar en el fútbol por dirigentes dedicados a tiempo completo, con estudios en administración de negocios o preparados para dirigir empresas futbolísticas. ¿De gratis? Por supuesto que no.
A profesionales pagados, el club podría exigirles más que el romántico, bienintencionado, indispensable y esencial “alma, corazón y vida”, un requisito que nunca pasará de moda.Los equipos, aunque limitados en presupuesto, necesitan especialistas a tiempo completo.
Algunos ya lo hacen a su manera y prefieren pagar un gerente, como Herediano con Jafet Soto o la Liga con Víctor Badilla. Saprissa tiene a Paulo Wanchope en la gerencia deportiva, a Juan Carlos Rojas de presidente y a Alberto Blanco como gerente general.
Esa inversión debería marcar diferencia sobre los demás equipos. Hasta aquí, no encuentro pecado en Juan Carlos Rojas. Me quedan, sin embargo, un par de dudas: ¿por qué algunos accionistas se muestran sorprendidos? ¿Quién decidió el salario? ¿Quién determinó el monto? No encuentro pecado en Juan Carlos Rojas, a no ser de que en Saprissa nadie sepa quién le asignó un salario y cómo se decidió el monto.