En la Asociación Liga Deportiva Alajuelense se juega un partido vital. Los jugadores son pocos, visten de pantalón largo y sus habilidades son políticas. Nada que se parezca a Celso Borges, pero intentan meter goles como Álvaro Saborío, por citar uno que sí hacía anotaciones porque los actuales están en sequía. Y tratan de atajar los disparos como Leo Moreira, ahora que subió su nivel.
No son futbolistas, pero saben bien cómo se maneja este deporte detrás de bambalinas.
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Alajuelense es una asociación deportiva, su vida la rigen los socios (cerca de 3500) y todo se basa en los estatutos. Hoy, ese documento es lo que tiene a dos bandos en la política eriza en una encrucijada.
Los estatutos vigentes, según el Registro Nacional, son los que datan desde 1994. Sin embargo, el 20 de julio del 2021 los socios del club aprobaron una reforma y hoy está impugnada. Unos profesionales en derecho dicen que al aprobarse la reforma por los socios, los vigentes están derogados, versión que no concuerda con lo que el Registro Nacional le respondió a este diario.
Otros sí concuerdan con la versión del Registro Nacional. Lo cierto es que a finales del 2022 no hubo asamblea ordinaria, como lo dictan los estatutos que entraron en vigencia en 1994. Y, en lo que llevamos de este mes de enero, tampoco se ha convocado a una asamblea informativa (donde no hay elecciones) como lo dicta la reforma de los estatutos cuya inscripción está en pausa, a la espera de que el Registro Nacional resuelva una impugnación.
Este partido tan enredado hace que Alajuelense se “dispare en su propio pie”. El sector político manudo es el mismo que se hace una zancadilla, a 10 días de que se inicie el Torneo de Apertura 2023.
¿Por qué una zancadilla? Porque la incertidumbre afecta a la estructura deportiva y administrativa de la institución. Por ejemplo, la junta directiva que hizo las contrataciones para este campeonato que viene es la que lidera Joseph Joseph. Hay un técnico nuevo al que le gustaría tener a Joseph como presidente, y que en febrero, cuando se valora hacer una asamblea, no llegue una nueva dirigencia que quizás piense en un cambio en el banquillo que se incline por cesarlo cuando caiga en algún bache de resultados, por ejemplo.
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Algunos quieren elecciones en febrero, unos dicen que se puede. Otros dicen que no se podría porque ninguno de los estatutos dice que deben darse elecciones en el segundo mes del año. Los que datan desde 1994 decían que las asambleas ordinarias se celebraban en el mes de noviembre. Por otra parte, la reforma indica que serían en junio.
Por lo que cualquier socio podría impugnar una eventual asamblea donde se celebren elecciones fuera de estos meses. A no ser, que un número de socios sean los que convoquen a elecciones destituyendo a la dirigencia actual.
La institución rojinegra está sumida en un océano de incertidumbre y esto puede repercutir en un torneo en el que necesitan levantar la copa. Hay un partido que se está jugando, que tiene pocos espectadores y ambos equipos pueden salir golpeados y el mayor perdedor podría ser la institución.
Lo correcto es que se pongan de acuerdo o que se convoque a una asamblea para elegir dirigencia y que se respete la decisión de los socios soberanos.