Rosa Sandino no hizo una carrera como futbolista, pero el deporte rey siempre estuvo cerca y su pasión terminó de despertar cuando llevó a sus hijos a entrenar.
En su papel de madre, notó que las prácticas eran deficientes y decidió poner atención. Sin saberlo, ese fue el inicio de su carrera.
“Me puse a estudiar y ahí fue donde me interesó. Yo decía: ‘yo puedo hacer eso’. Entonces empecé a entrenarlos a ellos, y después vino todo”.
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Cuando dice “todo”, eso incluye la licencia A como entrenadora (actualmente solo hay cuatro con esa licencia activa, según la Fedefútbol) y una larga trayectoria, la cual hoy enfoca a la enseñanza de la disciplina en edades tempranas y con niños y niñas en riesgo social.
En la Primera de Linafa dirigió varios equipos masculinos. Su primera experiencia fue con un club llamado Las Bestias, en Alajuela. Después estuvo al mando del cuadro de San Francisco de Dos Ríos y también Orión-Escazú.
A sus 50 años recuerda con cariño esos momentos, pero asegura que le permitieron descubrir lo que más le gusta: trabajar desde las bases.
Siempre en Linafa, pero en la cuarta, quinta, sexta y sétima división, dirige grupos juveniles. Las Cobras (masculino) y Las Rosas (femenino) son las que la motivan en su misión dentro del fútbol.
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"En Rosas y Cobras se les pide que tienen que estar estudiando algo, lo que sea", señala como punto principal de estos grupos.
Su trabajo, por el cual no recibe ninguna remuneración, le satisface por la posibilidad de ayudar a personas que lo necesitan.
"Lo que pienso es en dejar una huella y eso no tiene precio. He ganado mucho en esto, tal vez no es una copa o un trofeo, pero sí en lo que yo quiero que quede en las demás personas", haciendo alusión a valores más allá del fútbol.
Su primera misión, asegura, fue criar a sus cuatro hijos (una mujer y tres hombres) y ya la cumplió.
"Ya están grandes, ahora me dedico a lo que yo quiero. Para vivir necesito poco y mis hijos me ayudan".
Antes de enfocarse en el fútbol base, vivió experiencias para ratificar que prefería enseñar a estar en banquillo sin estabilidad o respeto por su trabajo.
Con Orión su historia terminó de la forma menos esperada. El presidente de esa institución le pidió jugar el sistema 3-4-3, cuenta Sandino, pero para ese momento ella no consideraba que fuese la mejor opción.
Rememorar su reacción ante semejante solicitud la hace reír, pero en ese entonces hubo frustración.
"Me gustaría que me preste su moto", le empezó diciendo doña Rosa. "Me dice él: '¿usted tiene licencia?' y le digo que no, '¿entonces cómo va a manejar?', replicó el jerarca.
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"Y le digo, precisamente, es eso. Yo soy la que tengo mi licencia y ustedes la quieren manejar. Entonces le puse la renuncia y le expliqué por qué no se podía trabajar un 3-4-3".
Con el equipo de Juegos Nacionales de Tibás vivió algo similar. Asumió todo el proceso y cuando era momento del debut, la separaron del puesto.
“Yo había llevado a un amigo para que me ayudara, y a él lo pusieron de entrenador porque era hombre. Estoy segura que fue por eso. Me dio tanto pesar, tanta rabia...”
Esas dos anécdotas le recordaron que el machismo estaba presente, y aunque la alejó de esos puestos, nunca logró apartarla del entusiasmo por enseñar.