El penal lanzado por Yendrick Ruiz fue el inicio de una fiesta inolvidable que vivió el Club Sport Herediano al conseguir su título número 28.
Desde el momento en el que Ruiz venció a Adonis Pineda, en el último penal de los rojiamarillos, los aficionados al equipo de Jafet Soto sabían que la celebración iba ser larga.
El camino del bus del Herediano hasta el Rosabal Cordero se extendió por más de una hora y media, ya que salir de Alajuela no era sencillo, pero lo más difícil que vivió el equipo en ese recorrido fueron las piedras que le lanzaron al autobús del nuevo monarca nacional.
Entre tanto, los aficionados de localidades como San Joaquín de Flores salieron a las calles con banderas, camisas y cornetas para esperar que pasaran los florenses.
Ya en el Rosabal Cordero el tumulto fue enorme; todos los alrededores del estadio estaban llenos de aficionados ansiosos de ingresar a la casa del campeón nacional.
No obstante, los seguidores rojiamarillos tuvieron un aperitivo cuando Jafet Soto salió al balcón del estadio con una gran bandera. Ahí los aficionados estallaron en júbilo viendo a su gerente festejar como uno de ellos.
Soto no estuvo solo, pues Minor Díaz y Robert Arias, sus grandes amigos, se le sumaron y la gente vibró con los cánticos que lideraba el gerente.
Hasta las 11 p. m. se abrieron los portones de La casa de don Eladio, como le dicen los heredianos a su reducto, y no tardó más de cinco minutos en que toda la gramilla y la gradería estuvieran a su máxima capacidad.
A esa misma hora llegó el equipo al estadio, pero primero compartieron con sus seres queridos, los que siempre estuvieron con ellos durante el trayecto que los llevó a ser campeones por sétima vez en esta década.
Mientras los jugadores salían para festejar ante su público apareció el fantasma de la 30 de Alajuelense; primero llegó como un dron, tal y como sucedió en el primer partido de la final.
Los aficionados se dieron cuenta de que el dron sobrevolaba la gramilla sintética de Heredia y produjo que los cánticos contra los manudos se incrementaran.
Seguidores del equipo se subieron en el marco norte, al punto de que parecía que se iba a quebrar, pero a nadie le importaba, todo era en pro de una mejor vista.
Esteban Granados fue el primero en salir a donde estaba la afición y fue vitoreado por los fanáticos, cerca de las 11:30 p. m.
Después de Granados empezaron a aparecer uno por uno los futbolistas que le dieron el campeonato al equipo, unos más efusivos que otros, pero todos con la satisfacción del deber cumplido.
Cuando Rándall Azofeifa trajo el trofeo de campeón, el estadio estalló de alegría y cantaban las canciones del equipo con toda la fuerza posible.
El otro que se llevó los aplausos fue Yendrick Ruiz, quien era visto como el gran héroe tras anotar el gol que le devolvió la ilusión a los florenses, al extender la serie a los tiempos extra.
No obstante, faltaba un actor principal y fue el último en salir: Esteban Alvarado. El portero salió corriendo por la gradería, tomó el trofeo, brincó y festejó cada segundo.
En ese momento volvió a aparecer el fantasma de la 30, pero esta vez encarnado por Keylor Vargas Rojas, quien llevaba un disfraz de fantasma con un 29 pintado en rojo y negro. Llamó tanto la atención que lo llevaron a celebrar con los jugadores.
“La pasión del fútbol, lo que uno siente lo lleva a hacer este tipo de cosas. Me sirvió porque me tiré el show con los jugadores”, detalló Vargas.
Además, la celebración tuvo a Víctor Núñez y Waylon Francis como protagonistas adicionales.
El festejo terminó con José Giacone pasada la medianoche alzando el trofeo una y otra vez. Los florenses celebraron sin problemas su título 28, luego de una final que será recordada por muchos años.