Hace aproximadamente un año, María Céspedes llegó al equipo de fútbol del Municipal Pococí Femenino. Antes de eso lo que sabía de este deporte lo aprendió en el territorio indígena de Tayní, en Valle de la Estrella.
Ahí creció con sus hermanos, con quienes 'mejengueó' muchas veces en la plaza. Aprendió a jugar fuerte, pero también a ser habilidosa. Incluso desarrolló la capacidad de manejar el balón con las dos piernas, luego de quebrarse el pie derecho.
Una jugadora zurda es difícil de encontrar, pero es aún más complicado, una ambidiestra, asegura el técnico de Pococí, Jimmy Núñez.
Por eso él se sorprendió cuando la vio por primera vez.
"Técnicamente es de las más completas del equipo. Solo tenemos una jugadora que puede trabajar la pelota quieta con la izquierda y es ella", contó.
¿Cómo aprendió a jugar tan bien? Le preguntaron a María una vez, y hoy, con su voz tímida, recuerda que le fue difícil responder esa pregunta. “No sé”, dijo entre risas la jugadora de 22 años.
Su talento no pasó desapercibido y una profesora de ligas menores de Pococí la vio jugando en la universidad, en Guápiles, y le dijo al técnico del primer equipo.
Ahí empezó su camino en Primera División. Sus viajes de seis o siete horas para estudiar Educación Física en la UACA también los empezó a hacer para entrenar.
En principio se le complicaba asistir a todos los entrenamientos, por lo que pasó alrededor de cinco meses con poca oportunidad.
“Cuando el profe me corrigió por primera vez le dije que yo no tuve a nadie que me dijera si lo que hacía estaba bien o no”, afirma.
Admite que en la parte táctica le costó mucho adaptarse, pero hoy la evolución es evidente.
Los principios defensivos y ofensivos los desconocía, pues su aprendizaje anterior estuvo basado en solo atacar, jugar al frente.
“El fútbol indígena es muy físico, es de mucho roce e ir hacia adelante, eso es bueno porque evidentemente se hizo una jugadora fuerte, pero no todo el tiempo se tiene que atacar. Al inicio se cansaba mucho por no dosificarse y dejaba muchos espacios”, contó su entrenador.
Hoy la vislumbra como jugadora titular y con la esperanza de que se consolide de lateral izquierda y aporte buenos centros, algo básico en el fútbol pero difícil de hallar en Costa Rica.
“Ha mejorado bastante, en el cierre del torneo veremos una de las mejores jugadoras de Pococí. Nos puede aportar a salir de la situación en que estamos (sexto de ocho clubes)”, añadió.
Cuando María no está entrenando o estudiando, trabaja para pagar la universidad (sus hermanos también la ayudan) y producir los alimentos de su familia.
"Hay que trabajar en lo que sea", afirma sin titubeos. "A veces voy a trabajar en proyectos para colegios, limpieza, construir ranchos. Son trabajos ocasionales. También trabajo en el campo, sembrando yuca, plátano, banano, frijoles".
Eso es para consumo propio, pero dice que si alguien quiere comprar, también lo vende.
Para trasladarse de su vivienda a Pococí toma un camión de transporte informal y luego el autobús, pero si llueve mucho se vuelve casi imposible, por los ríos o quebradas.
En la universidad lleva cuatro materias y cuando sale tarde aprovecha que unas amistades le permiten quedarse a dormir en Guápiles y al día siguiente regresa a su casa. Lo mismo cuando tiene partidos.
“Es una lástima que la UACA no la tenga becada porque cumple con todos los requisitos. Ella hace un esfuerzo y tiene que ser ejemplo para muchos jóvenes que piensan que no se puede estudiar. Un caso como el de María es el que debemos instar para que el desarrollo de una jugadora vaya de la mano con la parte profesional”, agregó su entrenador.