El 2014 fue el mejor año de Hansell Arauz como jugador. El volante peleó por ir a la Copa del Mundo de ese momento y también era la figura del Saprissa, campeón nacional. Sin embargo, un mal movimiento en una cancha sintética apagó la ilusión de Arauz.
Aunque el jugador consiguió una recuperación efectiva y muy buena, acepta que la ruptura de uno de sus ligamentos cruzados fue un golpe durísimo, sobre todo porque su desarrollo estaba en un claro ascenso.
“Estábamos en un partido, íbamos en salida, Juan Bustos Golobio pierde la bola y juegan hacia una banda. Cuando yo cambio de dirección para volver a defender, el taco se me quedó pegado y se me reventó el ligamento cruzado. Esto pasó en la antigua cancha sintética del Saprissa”, mencionó Arauz.
El atacante no escondió que en el momento sintió un dolor muy agudo y luego vivió cinco meses muy difíciles, al ver cómo su carrera se estancaba.
“A lo que me explicaron, como la cancha no cede, la rodilla es la que sufre. La diferencia es que en la cancha natural, cuando giras, el zacate se arranca, pero en sintético el taco está amarrado y eso no cede. Eso hace que el pie no haga el giro normal de una cancha natural. Hay un choque de fuerzas: la del cuerpo y la de la cancha, y al final, el que lo paga es la rodilla”, explicó.
Arauz entendió, después de la dolencia, que lo mejor era jugar en cancha sintética con tenis y no con tacos.
El futbolista fue enfático en que no arrastró secuelas como dolor crónico, pero esto fue por la buena recuperación que hizo. Hansell se enfocó en fortalecer todos los músculos que rodeaban su rodilla.
“Yo nunca he sentido dolores cuando juego, pero sí, a la hora de la recuperación, puedo decirle que forcé mi rodilla izquierda; eso me provocó lesiones también en la pierna que no estaba mal”, añadió.
Otro que sufrió muchísimo con las canchas sintéticas fue el exgoleador de la Selección de Costa Rica, Álvaro Saborío. Pese a que la primera dolencia de Sabo fue por un trauma, él pasó momentos complicados en las sintéticas al punto de que decidió rotar cuando tenía que visitar este tipo de terrenos.
“En Estados Unidos, yo no iba a cancha sintética porque era la recomendación médica. Las canchas de San Carlos y Saprissa fueron complicadas para mí. Había que regular un poco porque el problema de cartílago sufría mucho con el impacto en estas canchas”, dijo.
Sabo explicó que, en ocasiones, después de un partido, debía recuperar por dos días, lo que complicaba la planificación semanal.
Tanto Arauz como Saborío enfatizaron que se deben cambiar todas las canchas de la Primera División a naturales.
“Uno entiende la parte del clima, pero creo que aceptar canchas sintéticas es acortar la carrera de todos los futbolistas, no solo de los mayores. Ahora hay muchos jóvenes con ligamentos cruzados afectados. Están acortando la vida de los jugadores”, finalizó Hansell Arauz.