”Costa Rica es muy emocional, resultadista, no importa el cómo ni la forma en que se gane; ya sea perdiendo tiempo, tirándose, jugando no elaborado, jugando directo. Los dueños de los equipos son emocionales porque solo piensan en ganar”.
La frase es de Mínor Díaz, técnico de Liberia. A decir verdad, el interesante argumento del timonel pampero pasó desapercibido. Pocos pusieron atención al análisis profundo del exdelantero, que agregaba a su discurso otra realidad.
¿Cómo pretende Costa Rica volver a los mundiales menores si el ejemplo más cercano que tienen los jóvenes es que, en muchos equipos, no les importa la forma? Cuando vengan los ‘balazos’, llegarán sin conceptos ni criterios ofensivos bien definidos.
El fútbol es integral y se debe trabajar como lo que es: Un espectáculo para que el aficionado se emocione, se levante de la grada, vibre y sienta orgullo por su club.
Sin embargo, hay ciertos entrenadores que pretenden únicamente encerrarse y apelar por la mediocridad de un fútbol sin propuesta de ningún tipo.
Y luego viene la excusa mediocre de siempre, “lo que importa es el resultado”.
¿Y entonces no importa complacer al aficionado que decidió tomarse el tiempo para pagar un boleto, llevar a su familia, trasladarse en su auto al estadio e invertir parte de sus ingresos para asistir al campo de fútbol?
Quiero ser franco al decir que, en este torneo, he visto partidos que son para dormirse.
Sin embargo, el 2 por 2 entre Alajuelense y Herediano es un golpe al hígado para aquellos que piensan que solo se puede ganar jugando al pelotazo.
O que lo único que importa es el resultado final y que los conceptos y las propuestas quedan en un segundo plano.
Un partido sin mezquindad, con juego elaborativo y transiciones bien ejecutadas. Sin cerrojos exagerados, en un pulso de poder a poder entre dos buenos equipos.
Dos propuestas interesantes, que demuestran que sí es posible desarrollar un fútbol de calidad, con múltiples ocasiones de peligro en ambas porterías.
Pero no solo es culpa de los entrenadores. El constante cambio de técnicos a causa del resultadismo excesivo de las dirigencias provoca que no se puedan consolidar formas de juego y que, con tal de ‘sobrevivir’, el entrenador opte por lo más sencillo: Meter el bus.
Con tres juegos perdidos ya los técnicos sienten la ‘guillotina en el cuello’ y muchas veces tiran sus ideas y fórmulas de juego a la basura para no perder su puesto.
Comprendo que todo es un equilibrio y que no siempre se puede atacar, pero lo mínimo que se le debe exigir a los equipos con mejores planillas es justamente buenos partidos.