Mientras la tarde cae y una brisa fresca se apodera del ambiente, el silencio es interrumpido por el imperdible ruido que hace un balón al rebotar, el cual produce un eco en la inmensidad de la montaña, como un tambor que retumba y llama a los que están lejos.
Niños, jóvenes y adultos, de la etnia cabécar; en botas de hule, descalzos o con zapatos rotos, se reúnen en una improvisada plaza de dúrbok (fútbol), con marcos hechos de horcones de guayabo, en medio de un potrero, que tiene al frente la humilde escuelita de Jamó, en el asentamiento indígena cabécar de Sitio Gilda, en Alto Chirripó.
Entre los “jugadores” destaca la pequeña Vanesa Jiménez, quien para entonces tenía 14 años. Repetía a todos su ilusión de ser futbolista y estudiar. Dejar atrás su poblado, “progresar” como ella misma lo expresaba, repitiendo las palabras de su prima Adilina Jiménez, mientras invitaban a los siküas (los que no son indígenas) a unirnos al partido.
Vanesa es vecina de Andrea Sanabria, la indígena que ganó nueve veces la carrera de campo traviesa al Cerro Chirripó y su esposo Ismael Salazar. Vanesa es una de los jóvenes indígenas que intenta salir de la pobreza, ayudar a su familia y forjarse un futuro.
Dos años después de aquel encuentro y tras retumbar en mi cabeza aquellas palabras, quien escribe esta nota se dio a la tarea de hablar con Sofía Chaves, periodista del equipo femenino de Dimas Escazú, con el fin de que aquella niña tuviera la oportunidad de su vida.
Una vez que la presidenta del club Jéssica Vargas y su padre y entrenador del club, Geovanni Vargas, estuvieron de acuerdo, el siguiente paso era que Vanesa realizará la larga travesía de más de 20 kilómetros, la cual debía ser a pie, por trillos llenos de barro, cruzando puentes colgantes, entre la montaña, caminando por los poblados de Manzanillo y China Kichá, hasta Grano de Oro, en Turrialba.
La oportunidad surgió para Vanessa, el pasado 10 de diciembre, cuando junto a su madre Esther y su hermana Natalia, tomaron la decisión de trasladarse a Grano de Oro, para realizar algunos mandados y buscar un lugar para coger café y ahorrar un poco de dinero para comprar ropa y alimentos.
“Para ir a Grano de Oro tuvimos que caminar 17 horas. Nos levantamos en la madrugada, cruzamos el andarivel y caminamos. Es muy duro, muy cansado. El camino está muy malo y vamos despacio, porque además llevamos nuestras cosas”, relató Vanesa.
De sonrisa fácil, a la joven cabécar le gusta preguntar todo lo que desconoce. Parece de menor edad y le cuesta pronunciar el español con claridad, pues cuando está entre los suyos lo normal es que hablen el cabécar de sus ancestros, del cual se sienten orgullosos.
Una llamada lo cambió todo
Mientras se encontraba en Grano de Oro, Vanesa recibió la llamada de su futuro entrenador, quien le dio la buena noticia para que se incorporará a las visorías de Dimas Escazú, que se realizaban a partir del 12 de diciembre en el estadio Nicolás Macís.
Sin nunca haber viajado a San José, la hoy joven de 16 años tomó la decisión de hacerlo sola, con el temor que conlleva enfrentarse a lo desconocido, pero con el valor suficiente para atreverse a subir al autobús y luchar por su sueño de ser jugadora de fútbol.
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Su situación socioeconómica y sin bases de liga menor en el ámbito futbolístico, fueron motivo para remitirla al Programa Académico Residencia del equipo Dimas Escazú de la Primera División, que acoge a chicas de todo el país quienes se ilusionan con lo mismo que Vanesa.
Un poco temerosa y desconfiada, al llegar a la capital, Julio Vargas, quien es hermano del entrenador, la trasladó desde la parada de Turrialba a la casa de Flor Delgado León, madre de Geovanni, y por la noche la llevaron hasta la residencia del club en San Rafael de Escazú.
Sharon Jiménez, quien es jugadora de Dimas Escazú y oriunda de Buenos Aires de Puntarenas, recordó el día que llegó Vanesa. Ese domingo el plantel disputaba un partido de fogueo. Fue en horas de la noche que el grupo la conoció.
“Ella estaba muy alegre, nos contó que era la primera vez que venía a San José. Se notaba su felicidad, todo era nuevo para ella. Tenía una sonrisa y una mirada inocente. Nos contó que caminó 17 horas y solo venía con un bolsito que le había preparado su mamá y al llegar a la casa la presentamos con el resto de las compañeras”, comentó Sharon.
A la mañana siguiente, cuando se preparaban para ir a entrenar Sharon y sus compañeras se dieron cuenta que Vanesa no contaba con implementos deportivos y fue allí cuando se solidarizaron con su compañera.
“La preguntamos si traía tacos y nos dijo que no tenía. Entonces entre todas las compañeras le dimos todo lo que necesitaba; zapatos, pantaloneta, medias y una suéter para que fuera a entrenar con nosotras, incluso un bolsito para que llevara sus cosas. Ella se puso muy contenta”, dijo la jugadora.
“Ella al conocer a sus compañeras dijo que estaba muy agradecida con la oportunidad y muy feliz de estar con nosotras compartiendo. En la semana que estuvo se adaptó muy bien al grupo. Recuerdo que al ver a dos de las chicas con el cabello corto se sorprendió mucho y se lo cortó igual, gracias a la compañera Tania Díaz, porque su mamá tiene un salón de belleza.
De acuerdo con el relato de la joven, Vanesa se acopló al equipo rápido e incluso al rol de la residencia, cooperando en todo, pues un día se hizo cargo de lavar todos los platos de la cena, sin que se lo hayan pedido, demostrando voluntad y querer ser parte del grupo.
“A veces llegaba y me abrazaba y me decía que me quería mucho de la manera más humilde y sincera. Me hacía recordar a mi hermanita pequeña. Ella es un ejemplo ṕara todas nosotras. Se ve que no tiene una vida sencilla, pero se ha esforzado mucho para tener una oportunidad de surgir en la vida”, manifestó Sharon.
Conocer cosas nuevas
Durante una semana Vanesa entrenó muy fuerte y siguió sus indicaciones, pero también sus compañeras en el tiempo libre se dividieron para llevarla a diferentes lugares a pasear y conocer. Desde Heredia, hasta Orotina y Caldera, donde por primera vez tuvo la oportunidad de bañarse en el mar.
Pero su mayor reto era ganarse una oportunidad en el equipo y demostrar sus condiciones al profesor Geovanni Vargas, quien vio en ella potencial, con una gran condición física, aunque por su edad y procedencia tiene algunas falencias técnicas, por lo que tomó una decisión a futuro, la cual se le explicó a Vanesa con detalle.
“Me sentí muy feliz por llegar aquí a Dima. Las chicas y profe Geovanni me recibieron bien, aprendiendo para ser futbolista. Me han recibido bien, estoy aprendiendo mucho. Desde muy niña he querido ser futbolista y llegué aquí para entrenar y aprender”, comentó Jiménez.
“Vamos poquito a poquito. Apenas estuve una semana nada más. Deseo ser futbolista y aprender mucho. Le agradezco a Dimas la oportunidad. El profe me dijo que me preparara para volver en el año 2023 para adaptarme. Que estudiara y siga entrenando allá en Sitio Gilda. Estoy muy contenta por la oportunidad que me han dado”, aseveró.
Precisamente el estratega está satisfecho con el empeño de Vanesa, pero debe trabajar en diferentes aspectos antes de incorporarla de lleno a la institución.
“Al conversar con Vanesa y conocer un poco más de su vida me llamó la atención sus ganas de aprender, me comentó que debe caminar 17 de horas de Sitio Gilda (zona de Chirripó) hasta Turrialba, eso lo hace ella y su familia cada vez que deben comprar la comida para la casa. Solo ese detalle me hizo reflexionar sobre el esfuerzo que debe hacer su familia para subsistir”, manifesto Vargas
“Con Vanesa nos comprometimos a recibirla para la temporada 2023, en enero de ese año la vamos a recibir e integrar al programa académico residencia. Con ella hay que trabajar mucho, para que logre aprender. El primer objetivo será que logre el bachillerato de secundaria, el segundo objetivo será desarrollar en ella las condiciones necesarias para que aprenda a jugar fútbol y pueda integrarse a una de las categorías superiores de Dimas Escazú”.
Vanesa acabó la semana de visoría, y se lleva la ilusión de poder volver para cumplir su sueño. Para ello le regalaron dos balones y unos tacos, para que en la plaza de fútbol de Jamó siga entrenando para lograr cumplir con las metas y ser futbolista. Mientras tanto se quedará en Aquiares de Turrialba cogiendo café para ayudar a su madre y hermana.