Hace muchos años, en una de mis crónicas del fútbol nacional, al plasmar en tinta y papel la dimensión del estratega Johnny Chaves Arias, a la sazón director técnico del Cartaginés, recurrí a describir el reiterado gesto de Chaves, quien se ajustaba constantemente sus lentes de “profesor universitario” (así le llamé) mientras volvía de la línea lateral del campo al banquillo y seguía atento al quehacer de sus pupilos en la gramilla.
Esa imagen, la del profe que indica, señala, apunta e insiste, fue la que me formé del técnico en la ya lejana ocasión descrita, en el estadio Fello Meza. Pero, en realidad, el profe Chaves era un verdadero maestro, un educador del fútbol, vocación y talento que transmitía a sus dirigidos y a quienes nos relacionábamos con él en las entrevistas posteriores a los 90 minutos.
Había que pulirse para preguntarle al profe Chaves algo que tuviera sentido, so pena de caer en lo obvio. Su atención era absoluta cuando uno le consultaba. Dejaba pasar unos segundos y elaboraba su contestación, basada en pasajes puntuales del partido que recién había concluido. Sereno y diáfano, su verbo ante libretas, cámaras y micrófonos denotaba su amplio bagaje, producto de años de estudio en el país y en el exterior, caudal que aderezaba con la realidad de jornadas trepidantes en las que quizás no había chance de elaborar, sino de actuar, situaciones límite en las que el estratega suplantaba el libreto previo por la intuición innata del manejador avezado.
En mis tiempos, el entrevistador podía repreguntar después del partido y entonces la oportunidad se volvía de perlas para asimilar sus lecciones, porque Johnny Chaves invertía el espacio necesario sin reparar en la prisa de las ruedas de prensa, por lo general sometidas a la camisa de fuerza de los tiempos de televisión.
Al atardecer del viernes 19 de agosto, fecha de su partida, cuando un celaje de matices color naranja dejaba apreciar aún la bóveda celeste en la antesala de la oscuridad, comparto con usted el recuerdo emocionado de un ser humano que dignificó al fútbol. Ojalá que su huella perviva en quienes le siguen en este apasionante y tantas veces incomprendido oficio de los banquillos. Descanse en paz, profe Chaves, el inolvidable maestro.
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