Después de la Reserva Monteverde, a algunos kilómetros de los hoteles y el caserío, está la plaza del pequeño y frío pueblo turístico, acostumbrado a atraer turistas, no a sacar jugadores.
Ahí empezó la travesía de Jonathan Moya, un volante mixto de buena estatura, a quien invitaron a participar en unas selecciones regionales. Tenía 13 años cuando el entrenador Edson Soto lo miró por primera vez, en una gira realizada por Saprissa en la zona porteña.
Lo referenció como un volante, lejos del área y sin el conocimiento para moverse como delantero, pero al poco tiempo lo reclutó justamente para enseñarle a jugar dentro del que hoy es su hábitat. Moya, un tipo a quien define como noble y de perfil bajo, tenía una condición de la que todavía carece el fútbol local.
Soto nunca lo valoró en otra posición que no fuera la de centro delantero, aunque esto significara enseñarle a jugar desde cero, cuando había otros muchachos con más tiempo en el puesto.
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“Es importante tener la visión para saber distinguir cuando hay un talento, a pesar de que en ese momento no parece ser talentoso. Hay niños que hay desarrollarlos. Es el caso de Moya, tenía las condiciones físicas, solo había que pulirlo en otros aspectos”, explicó Soto.
Moya fue convocado a la Selección Sub-17, en donde el entrenador Gerardo Ureña lo intentó utilizar como defensor central. Nada de esto sucedió, Moya creció, se equivocó, fue al banquillo, recuperó el puesto, salió a préstamo cuatro veces del Saprissa y todavía es ficha del club... no sé sabe hasta cuando.
Los entrenadores que lo conocen afirman que su personalidad, lejos del ego del futbolista promedio, pudo haberle pasado factura. No es de los hombres que presionan a los dirigentes para jugar y menos de los que provoca conflictos internos si no lo incluyen en la oncena titular.
Pese a ser el artillero más eficiente del club en la temporada, cuando fue el relevo de peso en el engranaje de Carlos Watson, inició esta campaña en las gradas o el banquillo.
Fue justamente cuando se hizo público el interés rojinegro de "róbarselo" al Saprissa que Moya consiguió la oportunidad de jugar y hasta ser titular en el plantel de Vladimir Quesada.
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A pocas horas de un clásico distinto para el artillero, alimentado por el morbo de su posible salida del equipo para fichar con Alajuelense, Moya reflexiona sobre esos inicios que lo catapultaron en el Saprissa, no sin antes comer mucho zacate en Santos, la UCR, Uruguay de Coronado y dos equipos del Viejo Continente, Huesca de España y Zirka de Ucrania.
“Vengo de un pueblito pequeño y frío, al que casi no le ponen atención. Me formé en un equipito, pero entrené por aparte siempre”, confiesa Moya sobre sus inicios.
Lo cambiaron de posición tantas veces como de club. Saltó de un puesto a otro y también de un equipo a otro, sin encontrar la estabilidad que tanto anhela.
A estas alturas, confiesa que le gustaría estar consolidado, pero evita entrar en polémicas.
El entrenador que lo llevó al Mundial Sub-17 de Nigeria, Juan Diego Quesada, asegura que Moya siempre fue un jugador callado, que no se queja casi de nada.
“A los técnicos les gustan los jugadores que andan haciendo show y en el caso de Jonathan no es ese tipo de futbolista. Él está ahí, es efectivo. Lo ve ahora en Saprissa, juega 10 minutos y salva al equipo. No lo ponen de titular, pero siempre entrena igual”, dijo Quesada.
“Hay jugadores que tratan de imponer su personalidad y tocan la mesa la directiva. Tal vez fallan pero siempre están jugando. Con Moya da la impresión de que siempre están esperando que no anote un día o vuelva a fallar para volverlo a quitar”, agregó Soto.
No es un futbolista vistoso, ni tampoco la ‘estrella’ del equipo, pero hoy podría jugar un clásico de morado, y aparecer en poco tiempo en el mismo partido, pero de rojinegro.
Moya evita asegurarlo, o desmentirlo.
“Siempre habrá morbo, no sé si se sacará algo durante la semana para desconcentrarme, pero yo estoy enfocado en el Saprissa”, concluyó el delantero.