Fernanda Figueroa coleccionaba los recortes de los periódicos donde se enumeraban los éxitos de la goleadora Karla Villalobos y se los enseñaba a su madre, con la promesa de que algún día sería como ella.
Entre la venta de empanadas en el barrio La Esperanza en Río Claro de Golfito y las mejengas en el planché de cemento, Fernanda soñaba con jugar al fútbol y no solo ser la chiquilla que sus compañeros escogían de primera, porque de acuerdo con sus palabras, no “era tan mala”.
Figueroa, del equipo Dimas Escazú, actualmente es la líder de goleo del campeonato de la Primera División del fútbol femenino, con 19 tantos, uno más que la goleadora histórica del balompié femenino Karla Villalobos, quien pertenece al equipo de Sporting FC.
Desde su llegada a Escazú, Fernanda ha tenido que superar una serie de dificultades, incluso una lesión crónica que le causa dolor cada vez que entra a la cancha, pero lo cual no le impide dar lo mejor y contribuir con anotaciones para su equipo, que aunque no logró clasificarse a las semifinales, es uno de las animadores del campeonato.
“Siempre admiré a Karla, yo quería ser como ella. En casa ayudaba a mi mamá vendiendo empanadas y por las tardes me reunía a jugar en el planché con los chiquillos del barrio, porque siempre quise jugar fútbol. Recuerdo que entre todos juntábamos plata para comprar una bola de plástico que calentamos, para que nos durara más”, indicó Figueroa, quien confesó que su mayor virtud es la velocidad al medirse con sus adversarias.
En aquel planché la ‘seleccionaron’ para jugar en el equipo de canchas sintéticas de la localidad llamado Las Panteras y de allí fue a probar a los Juegos Nacionales de Corredores. Más tarde fue refuerzo del equipo de Pérez Zeledón, también de Juegos Nacionales, siempre como delantera.
Sus buenas actuaciones, sus goles y sus deseos de superación la llevaron a aceptar una propuesta de Geovanni Vargas, entrenador del equipo de Dimas Escazú, para venirse a vivir a San José, con solo 16 años y nueve meses.
“Vine a San José a cumplir mi sueño de ser futbolista. Era una bonita oportunidad y aunque mi madre no estaba muy convencida, yo sabía que podía surgir. Además podía estudiar, terminar mi secundaria y más adelante seguir una carrera como policía. Siempre quise ser oficial para ayudar a las personas. Desde niña era uno de mis anhelos, al igual que ser futbolista”, enfatizó Figueroa.
Fernanda no oculta que al principio le costó adaptarse, pero al ser una joven que disfruta ayudar a los demás se fue ganando la confianza de sus compañeras que pasaron a ser sus amigas.
Duele jugar. La pasión por el fútbol llevó a Fernanda a no dejarse vencer por nada, incluso por el dolor, pues una vez que llegó a Dimas Escazú se dio cuenta que padece de periostitis, la cual es una inflamación de la membrana más externa del hueso de la tibia en este caso, uno de los dos huesos que forman la pantorrilla (junto al peroné).
“Cada vez que juego tengo dolor. Es una dolencia crónica que me empezó de niña y la verdad no tengo idea cómo inició, pero para poder jugar debo calentar antes y durante un tiempo mayor a mis compañeras, para que no me duela al jugar. Una vez que concluye el partido debo igual hacer un trabajo especial para no poder mi vida con normalidad. Es un poco sacrificado, pero vale la pena”, contó Figueroa.
Las terapias, las descargas físicas, los masajes y el hielo, son necesarios para para poner ver acción domingo a domingo, en la cancha, cada vez que la necesite el equipo.
“Pese a la lesión me exijo al máximo. El dolor puedo aguantarlo gracias a la terapia, al igual que los entrenamientos. Es complicado pero lo mejor que puedo hacer es jugar por mis compañeras y por el equipo de Dimas Escazú, al cual yo le debo mucho, El año pasado anoté 22 goles y este año ya tengo 19, por lo cual me gustaría alcanzar esa cifra, aunque solo falta un partido. La verdad es muy bonito pelear el goleo con Karla, a quien admiro mucho desde que era niña y la veía por televisión”, aseguró Figueroa.
El día de Fernanda empieza con los entrenamientos desde buena mañana, posteriormente debe dividir su tiempo colaborando con diferentes actividades en el Programa académico Residencia donde vive junto con otras integrantes del plantel.
“Además de estudiar para sacar el bachillerato también trabajo en servicios domésticos en una casa, tres días a la semana, para ayudarme económicamente y colaborar con mi familia. Es cansado, pero sé que es importante. Además como dije antes, quiero estudiar y convertirme en policía para ayudar a las personas y hacer el bien. Es otra de mis metas”, enfatizó Figueroa.