Desde que conocí la alineación de la Liga para el juego de vuelta ante Saprissa, supe que el fracaso estaba por tomar asiento en el Morera Soto.
De inmediato llamé a mi hija Jeniffer, a mi amigo Coquita Delgado, a conocidos, liguistas todos, para darles mi pronóstico.
También hablé con por lo menos dos saprissistas muy inquietos: ‘Tranquilos, eso es de ustedes por cortesía de Rudé’, les dije.
¡Qué muchacho más torpe y terco!, expresé en voz alta una y otra vez.
Y debo confesar que me pregunté en varias ocasiones: ¿Para qué tanto estudio, para qué tanto título?
La lista de jugadores que saltarían a la cancha excluía a Román como lateral izquierdo, lo que me hizo concluir que Rudé no fue capaz de percatarse de la razón por la que el muchacho se vio mal en Tibás.
Y me lo confirmó al volver a mandar a Suárez pegado a la banda, donde ni defiende, ni ataca, ni desequilibra.
Suárez se “comió” a Román en el Saprissa, pero el imberbe de Rudé no logró ver algo tan elemental.
Aparte de eso, ¿por qué dos contenciones en casa? ¿Qué sentido tenía poner dos delanteros sin claridad en la creación de juego? Luego se vio a Hernández y Torres bajar a media cancha para tocar bola.
La Liga salió viva de Tibás por obra y gracia de Dios, pero Rudé quedó convencido de que fue por su planteamiento.
Entonces, lo repitió en Alajuela. Por eso el fracaso tomó posesión de un palco en el Morera Soto.
Ahora llueven culpas para unos y otros; se cuestiona, incluso, a quién se le dio la banda de capitán. Majaderías, nada más.
Lo cierto es que Rudé no supo qué hacer con una planitilla de jugadores que le ofrecía grandes posibilidades de variantes para sorprender a Saprissa y a cualquier otro rival.
¿Qué tal, por ejemplo, Borges con López, Ruiz por la izquierda y Suárez detrás de Torres?
Y no me vengan con el cuento de los viejos. El culpable es Rudé y Lleida resulta salpicado.