El fútbol recuerda remontadas de antología, y siempre hubo un efecto psicológico, un líder influyente levantando el ánimo, construyendo sinergias.
En el partido de ida de la final de apertura del fútbol mayor femenino, Sporting hizo un juego perfecto, superando a Liga Deportiva Alajuelense con una defensa ordenada, dominio en la media cancha, efectividad en el ataque.
Aquel aplastante 4-1 sugería que las cartas para la final estaban echadas. “La remontada” comenzó a citarse como el discurso políticamente correcto, pero en el fondo solo alimentaba la esperanza de un cierre digno en el juego de vuelta.
Ni prensa, ni jugadoras y menos sus seguidores, creían racionalmente en tal “remontada”, y no tanto por el marcador, sino porque Sporting FF lucía infranqueable.
Hubo dos personas que sí lo creyeron firmemente: Wílmer López y Shirley Cruz. Mientras el primero se dio a la tarea de preparar táctica y técnicamente al equipo, la capitana comenzó a levantar el ánimo, a arengar y comprometer al esfuerzo supremo, a convencer y contagiar al equipo a través de mensajes, videos y llamadas, insistiendo en que se tenían las herramientas y los arrestos de pundonor para lograr el objetivo.
En el juego de vuelta, el cuadro alajuelense giró en torno a la creatividad de Shirley Cruz, que durante 120 minutos desplegó la mejor versión de su fútbol, y siguió enardeciendo y apelando al esfuerzo grupal.
Muy rápido comenzaron a dar vuelta al abultado marcador, siendo notable cómo, después de cada anotación, las jugadoras se volcaban a celebrarlos con Cruz, primeramente, y luego con López.
A señalarlos en sentido de dedicatoria. El desenlace no fue milagro ni magia, sino el resultado de alinear disciplina, convicción y esfuerzo.
El fenómeno de la impronta. La historia humana, más allá del fútbol, está caracterizada por personas que ejercen su impronta sobre otras, que se vuelven referentes, inspirando un aura de autoconfianza y entrega. Más por un efecto psicológico y emocional, que técnico, su personalidad logra una empatía y un magnetismo, que conduce a la hazaña.
Se cuenta que el cantante Roberto el Flaco Goyeneche, hacia el final de su vida, llenaba los teatros bonaerenses aun cuando, ya totalmente afónico, desplegaba su repertorio tanguero. Era tal la vivacidad, fuerza y pasión que irradiaba, que el público se sentía envuelto en un sentimiento electrizante.
El fútbol mundial recuerda remontadas de antología. Hurgando en ellas, siempre hubo una dimensión psicológica. Un líder influyendo en el colectivo, levantando el ánimo, conectando voluntades y construyendo sinergias.
Cuando un entrenador dispone en su planilla de al menos un jugador o jugadora, con una personalidad así en la cancha, se facilita la transmisión de su visión y estrategia, se vuelve una extensión de su voz, un vaso comunicante con el equipo, como si el propio entrenador estuviera dirigiendo en medio del campo.
Esa noche, un factor clave del éxito y remontada de Alajuelense, más allá de lo que cada jugadora aportó y la estrategia del entrenador, fue la innegable impronta que Shirley Cruz imprimió sobre el resto de su equipo.
Es la impronta que siempre llevó a la selección nacional, y a los equipos donde militó a lo largo de su extraordinaria carrera deportiva.
El autor es economista.