En media hora de juego el escenario parecía muy claro... solo parecía, porque el final de la historia fue completamente distinto.
Como en la Supercopa anterior, Saprissa volvió a demostrar que no siempre es cómo empieza, sino cómo termina.
El marcador de 4-2 es tan contundente como inesperado para quienes solo vieron el primer tiempo.
Los elogios, bien ganados, recaían sobre Alajuelense y todas las críticas estaban del lado local. No había pistas de que los morados tuvieran oportunidad para reaccionar.
Dos goles rojinegros en tan solo 22 minutos mostraban contundencia contra un rival sin reacción, ni para contener los ataques ni para inquietar a la zaga visitante.
Pero el clásico nacional fue como ver dos partidos y todos esos aplausos hacia el lado manudo terminaron por irse al bando tibaseño.
Mariano Torres, de nuevo director del medio campo y juego de Saprissa, podría llevarse gran parte del mérito, pero esta vez es justo y necesario también ver hacia el banquillo, porque fue desde ahí donde el clásico fue tomando otra dirección.
El técnico Mauricio Wright apostó por un once y seguramente por un plan que nunca pudo ver en el primer tiempo.
Pero su virtud estuvo en corregir. Así lo hizo desde el minuto 35, cuando sacó de la cancha a Wálter Cortés y Orlando Sinclair, para darle espacio a Jaylon Hadden y David Ramírez.
Lo primero que consiguió fue detener las subidas del manudo Alonso Martínez, quien para ese entonces ya había celebrado dos tantos (6′ y 22′).
El rojinegro fue un dolor de cabeza para el sector izquierdo de Saprissa.
“Destruyó” cualquier idea inicial de Wright, que rápidamente reaccionó con movimientos tácticos.
Dicen que los malos partidos también dejan conclusiones. Probablemente para Saprissa serán cambios en su próximo once.
Este equipo sigue en busca de consolidar un lateral izquierdo, tarea ya muy conocida. Pero ahora también volvió la necesidad de tener un ‘9’ goleador.
Orlando Sinclair lo dijo anteriormente: su función se estaba cumpliendo pese a solo tener un gol en el torneo. Sin embargo, este sábado desapareció.
El conjunto erizo anduvo como Pedro por su casa, con transiciones rápidas y pases filtrados, los cuales la S nunca pudo evitar, hasta que llegaron las variantes.
A partir de ahí empezamos a ver la caída de la Liga y el renacer de Saprissa.
El primer tiempo casi perfecto de Luis Marín se derrumbó como cartas de naipes, sin siquiera poder sostener el empate.
El descuento cayó de penal (39′) en pies de Mariano Torres. Después, en el descanso, Wright terminó de afinar sus ajustes.
Kendall Waston hizo el empate (53′) y para ese entonces ya el juego era morado. Saprissa “recuperó” a Jimmy Marín y Daniel Colindres, que juntos generaron las principales aproximaciones.
Leonel Moreira tapó dos de esas ocasiones, siendo en ese momento el jugador más destacado de Alajuelense, pero después no pudo hacer nada más, porque Saprissa tenía otros argumentos.
La ventaja también se gestó desde el banco. Colindres ya no podía seguir corriendo igual y la elección fue Jossimar Pemberton. La visión del DT, aunada a la calidad de Torres, pusieron la cereza al pastel.
El argentino envió un pase perfecto que solo podía terminar de la misma forma, en el minuto 84; luego se lució con un trallazo para el definitivo 4-2.