Fabián Rojas fue uno de los futbolistas más prometedores del balompié nacional a inicios del presente siglo. El extremo corría la banda como pocos y no era de extrañar que en la gradería se escucharan comentarios como: ‘es que tiene dos tanques de oxígeno’, ‘es una bala’, ‘ese de fijo juega afuera’; empero, sus malas decisiones lo llevaron a caer un precipicio.
El golpe fue duro, al punto de provocar hace dos años un retiro prematuro y su partida a una zona montañosa de Jacó para encontrar luz en medio de la oscuridad.
Rojas brilló con Herediano y consiguió ilusionar con su gambeta corta, bicicleta rápida y centros de rabona cuando llegaba a la línea de fondo. Su carrera, de un día para el otro, pasó de ser la de un juvenil desconocido a un talento admirado y querido por todos; de hecho, aunque estaba en el Team, el Saprissa ya le había puesto el ojo.
Fabián pasó a tener un montón de amigos, a notar cómo la gente lo miraba cuando iba por las calles de Heredia, pero sobre todo, en aquel momento con 22 años, lo que más le impactó fue verse rodeado de admiradoras.
“Hace como tres días estuve hablando con un exfutbolista extranjero y me dijo: ‘mae, a mí me pasó lo mismo’. Es que cuando usted está en la fama aparecen mujeres de todo tipo. Ojo, yo a la mujer la respeto demasiado pero hay que decir las cosas como son: muchas solo piensan que se tiene dinero, ven la vida superficial, el tema del fútbol es muy superficial. Si usted ve a los chamacos ahora andan en el carro del año; así es”, manifestó.
De hecho, Rojas reconoció que en sus días de despilfarro gastó en solo una tarde ¢1.000.000 en el centro comercial Multiplaza comprando ropa. Además, recordó que se acostumbró a comer fuera de casa lujos que hoy en día no se daría.
“Sabía lo que era comer 15 días fuera de la casa; eso ahora usted no lo hace. Yo sabía lo que era gastar un millón en Multiplaza en una tarde; algo que ni loco haría hoy. Yo duré un tiempo en que fui desordenado en ese aspecto. Yo pensé que iba a tener cinco millones, luego 10, pero qué va... Y todo por no tener alguien a la par que buscara desarrollarse conmigo, sino que lo que quería era exprimir todo”, sentenció.
“Cuando yo jugaba en Herediano me regalaban las cenas de ¢80.000 en restaurantes”, confesó.
Al consultarse a Fabián cuál fue el gran error de su carrera deportiva, sin dudar afirma: “Mucho futbolista desaparece porque una mujer apareció y no era la idónea para su vida. Con todo el amor y respeto que le tengo a la mujer, yo tengo algo claro, al futbolista la mujer lo ayuda a crecer o lo echa para atrás. Uno como jugador si tiene inestabilidad no va a pegar y a mí me pasó. Cuando yo empecé a tener problemas con esa persona mi carrera se acabó, pasaba preocupado y desconcentrado y el fútbol es de rendimiento”, explicó.
“Cometí errores de rodearme de personas que no me hacían bien en mi vida, no le hice caso a mis papás, ellos me avisaron y yo insistí y pues la vida me cobró. Mi mamá me lo dijo y como no hice caso vinieron las lesiones. Me lesionaba mucho. Yo no disfrutaba el fútbol. Lo dejé de ver como un juego y solo lo vi como una necesidad. Emocionalmente no estaba bien, no estaba motivado. Los entrenadores no me veían igual, no me daban oportunidad”, agregó.
La fama solo le dejó malas experiencias en la retina, sin embargo este exjugador es claro en que no se arrepiente de las decisiones que tomó porque tiene cuatro hermosos hijos que son su inspiración y, además, esos bombazos de la vida lo hicieron valorar las cosas importantes.
El exflorense que llegó al Saprissa en 2011 todavía sonríe al revivir cómo se dio ese sonado fichaje. Para él fue impactante saber que la S decidió hacer un intercambio de tres jugadores por sus servicios y hasta lo contrataron lesionado.
"Mi llegada a Saprissa fue muy curiosa porque de entrada hasta Allan Alemán me vacilaba que yo había llegado a Saprissa porque yo era familia de don Juan Carlos (Rojas), pero eso no fue así. Saprissa estaba detrás mío desde que don Orlando de León me puso de lateral. Resulta que tuve una lesión grave y Saprissa vio en esa lesión la oportunidad de llevarme, Heredia les pidió a Esteban Ramírez, José Luis Cordero y Olman Vargas a cambio y ellos aceptaron", dio a conocer.
Con los colores morado y blanco llegó más fama, más atención de la gente, más reconocimiento y locura.
“Saprissa fue la etapa más linda y más fea, porque el futbolista que diga que no quiera estar en Saprissa es hipócrita. Yo soy herediano a muerte, pero sé que como profesional del fútbol, Saprissa es el que te da la opción de irte afuera y es con el que tenés más opciones de ganar algo. Al inicio todo iba muy bien. El problema fue que Alexandre Guimaraes nunca me dio la confianza y al final me terminaron quitando”, profundizó.
Fabián guarda varios segundos de silencio, no hay pregunta ni respuesta. Rápidamente decide reflexionar y hace un resumen de lo nómada que fue en los últimos días de su carrera cuando pasó por el fútbol de Guatemala, Uruguay de Coronado, Belén, Liberia, entre otras instituciones que confiesa no significaron nada en su vida.
“Es que yo lo tenía todo. Yo supe que me quisieran todos los equipos y que no me quisiera nadie. Eso sin duda me ha costado aceptarlo. Cuando yo comprendí que mi vida se estaba quedando sin sentido fue cuando decidí dar un paso al costado y analizar qué debía hacer”, dijo.
Verlo en el suelo fue una imagen que también golpeó a su familia. Él acepta que desde que pasó la mala experiencia, el fútbol es visto con resentimiento en su hogar y hasta su padre, quien fue jugador de Turrialba, terminó peleado con el ‘deporte rey’.
“Mi papá es futbolista, fue portero en Turrialba, se llama José Alexis Rojas. Él era muy bueno, pero desde que me pasó todo esto se dio un resentimiento con el fútbol. La ilusión de todos es que vuelva. Todos saben lo que me esforcé, pero bueno, veremos. Ellos sí quedaron como peleados con el deporte, en la casa ya ni se ve fútbol”, describió.
Ante la crisis interna, el carrilero necesitaba alejarse de todo. Un conocido en la zona montañosa de Jacó lo invitó a pasar un tiempo en el lugar y le acondicionó una cabaña con lo necesario para vivir: cocina, cama y agua. Sin televisión, Fabián sin darse cuenta se volvió un ermitaño.
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En soledad, Fabián empezó a encontrar las respuestas a las preguntas que lo atormentaban.
“Fueron tres meses. Me sentía mal porque yo decía: ¿Cómo se me va a ir el fútbol así? Es que si usted supiera el esfuerzo que hice por llegar a Primera y ver cómo se me escapó. Yo todavía me acuerdo cuando mis papás me daban ¢5.000 solo para pasajes y con eso me la jugaba. Cuando me voy a Jacó yo estaba recién separado de mi pareja, sin trabajo, sin un solo cinco. Estaba hundido y el bosque fue mi solución. Yo ahí solo oraba y oraba y empecé a pedirle a Dios ayuda, guía... Tres meses oré y oré y Dios me dijo: ‘métase en el negocio familiar’”, declaró.
El fútbol quedó en segundo plano y Fabián se metió de lleno a trabajar con su madre en la empresa diseñadora de modas KSD.
La ilusión por volver a una cancha no está descartada. Al preguntarle a Rojas: ¿Usted está retirado? No tarda en pronunciar un rotundo 'no'.
“Estoy muy bien físicamente, voy al gimnasio, a mis 31 años no he cerrado el ciclo del fútbol, tengo esa espinita que voy a cerrar bien. Tengo amistades en el fútbol, equipos de Segunda me preguntan, pero sé que tienen que verme para darme el chance. Si me lo dan, prometo no defraudar”, aseguró.
Según sus números, Fabián está pesando 68 kilogramos, tiene 9% de grasa en su cuerpo y está en un estado físico óptimo para jugar.
Pero, ¿por qué todavía sueña con jugar? La respuesta es sencilla: en una de sus últimas aventuras, en el Pérez Zeledón, vivió una situación que lo dejó ‘picado’.
“Esa me duele. Porque fíjese que a mí de Pérez Zeledón me deciden despedir porque voy al nacimiento de mi hijo y me ausento un día. Por eso es que me echaron como un perro. Yo quiero demostrar que puedo”, expresó.
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Fabián Rojas encuentra en sus pequeños —Matías de once años, Mariana de nueve, Santiago de siete y Marcelo de cinco— la inspiración para esforzarse cada día, mira de reojo el fútbol y sueña con volver. Ahora su vida está en orden, lejos del futbolista que gastó ¢1 millón en ropa, en un día, y tuvo que alejarse del mundo para reencontrarse.