Nacido en Puerto Cortés de Osa, hace 24 años, Lagos es uno de los pilares del equipo de Turrialba que este domingo jugará el partido de ida de la final del Torneo de Clausura contra Limonense.
Mas, sus 36 tantos en Segunda, sumando los torneos de Apertura y Clausura, se minimizan ante la forma cómo Lagos le hace frente a la vida.
Se podría decir que para él los obstáculos son “pan de cada día”.
Después de vivir unos años en Puerto Cortés, sus padres decidieron trasladarse a Siquirres, donde Lagos cursó toda la escuela y hasta el tercer año de colegio.
“No seguí en el colegio porque la situación –económica– de mi familia era muy baja, así que empecé a trabajar en las zonas bananeras de Siquirres, ‘conchando’ (cortar racimos del vástago y colgarlos en el riel que los llevará a la empacadora), ‘acarreando’ (jalar varios racimos de banano mediante el riel aéreo con el impulso de la persona) y cortando –los racimos–”, expresó Lagos.
A los 22 años, luego de ocho en las bananeras, Lagos consiguió un contrato de un año en el departamento de mantenimiento del ICE, donde un amigo suyo, Jorge Moya, le recomendó hacer una prueba con el Turrialba F. C.
“Gracias a Dios al profesor –Mario Carreras, técnico argentino de los azucareros– le gustó mucho cómo juego, y me quedé, este es mi primer año en el futbol, nunca había jugado con nadie”, dijo.
Aunque su novatada le ha hecho fallar ocasiones de gol importantes, como las dos que tuvo en la final de Apertura frente a Barrio México, Lagos se ha levantado gracias a la motivación que le da su hijo.
“Siempre pongo a Dios primero, porque Él me tiene con vida, pero también le doy gracias a mi hijo (Ernie Antoine), porque con su valentía, a pesar del problema en los piecitos, ha salido avante, eso me motiva para salir y dar lo mejor.
“Hace ocho meses, a las cuatro horas de que él nació en el hospital de Turrialba, le pusieron yesos en los piecitos para componérselos, pero no hubo mejoría y lo trasladamos al de Niños, donde le reventaron el tendón de la parte de atrás del pie derecho, el más afectado. Ahora él está con unos zapatos especiales que cuestan ¢60.000 cada par y que a cada rato hay que cambiárselos.
“El futbol me ayuda a cuidar a mi hijo y a mi mamá, ella ahorita va a ponerse una aparatos especiales para poder caminar”, comentó.
Acerca de la final, que este domingo se inicia en casa azucarera, Lagos señaló que Turrialba, a pesar de ser un equipo joven, está consciente del reto que tiene ante su pueblo. “Hemos madurado tras lo que pasó contra el Barrio”.