No ocultan que son los mejores amigos, que durante su infancia vivieron momentos muy difíciles, en una barriada pobre y conflictiva, pero mediante el fútbol cumplieron su sueño de niños.
Kliver Gómez y Jurguens Monentegro, desde que jugaban en el planché de Fray Casiano de Madrid, en Puntarenas, construyeron una amistad que perdura hasta hoy. Su ilusión era jugar juntos en la Primera División, lo cual cumplieron en el actual Torneo de Apertura 2022, en el Puntarenas FC.
Ambos son referentes del equipo de Alexander Vargas, que en el juego de ida de la semifinal igualó 0-0 ante el Herediano el pasado domingo. Este sábado disputarán el compromiso de vuelta, en el estadio Colleya Fonseca de Guadalupe, a las 8 p. m. y de empatar con goles o ganar, pasarían a la final con su querido PFC.
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Kliver, quien es figura del cuadro naranja en la actual temporada, confesó que de niños tuvieron más de una discusión y se agarraron por la bola, pero siempre prevaleció el cariño del uno por el otro.
“Chocábamos mucho porque yo tenía bola y no me gustaba prestársela a Jurguens porque me la ponchaba. Más de una vez nos peleamos a golpes. Es que en el planché había muchos picos y una alcantarilla, que si la bola se iba allí, se perdía. Eran cosas de carajillos”, dijo Gómez entre risas.
Jurguens recuerda aquellos días y tampoco puede ocultar una pícara sonrisa, pues pese a las limitaciones que vivían, siempre fueron felices tras la pelota.
“La verdad fue una infancia muy linda y estoy agradecido con Dios, pero también hubo momentos muy duros que no quiero recordar. Desde la infancia Kliver y yo somos mejores amigos. Incluso cuando regresé de Bolivia lo llevaba a pasear, porque la amistad vale más que la plata. Siempre fuimos muy unidos”, admitió Montenegro.
Kliver mencionó que de niños siempre soñaron con jugar en la máxima categoría. En cada partido del barrio o cuando formaron parte de las ligas menores del PFC, se ilusionaban con llegar juntos a Primera.
“Cuando éramos carajillos Jurguens y yo éramos vecinos. Desde entonces nos conocemos y somos muy apegados. Igual conocíamos a los hermanos Jorge y Justin Roque y a Anthony (Hernández). Cuando Jurguens se fue a Bolivia le escribía y le deseaba lo mejor, como cuando estaba en Alajuelense. Siempre le decía que íbamos a estar juntos en las grandes ligas, que tendríamos nuestra oportunidad”, relató Gómez.
Jurguens tampoco olvida aquellos días y no dudó en afirmar que en los momentos duros, Kliver fue uno de sus pilares para continuar, a pesar de las dificultades.
“Cada vez que jugamos nos esforzamos por salir adelante. Nunca hemos pensado en rendirnos. A Kliver, los Roque o Anthony los conozco desde la escuela y el colegio. Sé cuánto lucharon por alcanzar sus metas, para ninguno fue fácil e igual continuamos luchando para lograrlo”, aseguró Montenegro.
Una oreja y la avena con leche
En su niñez, ante la escasez económica en sus hogares, tanto Kliver como Jurguens se la ingeniaron para ganarse su plata honradamente. Aconsejados por sus padres evitaron las malas compañías y meterse en problemas por ganar dinero fácil, para darse sus pequeños gustos.
“Vendíamos mamones y mangos por el barrio y otros lugares para recoger plata y luego ir a jugar “play”. Con lo que sobraba nos íbamos a comprar una oreja (repostería) y un Fortilac (avena con leche). Jugábamos todo lo que nos habíamos ganado y llegábamos a casa con los ojos rojos de estar pegados a la pantalla”, recordó Gómez.
“Usted no tiene idea cuánto bromeaba yo con Jurguens, cuánto la vacilo todavía. Es cierto que crecimos en un barrio peligroso, pero también descubrimos que no es amigo aquel que te ofrece cosas malas y en esos casos es mejor apartarse”, acotó.
Por su parte, Jurguens tampoco puede olvidar los días de “ventas”, que en medio del fuerte calor y el picante sol de puerto salían a buscar el dinero para jugar.
“Siempre fuimos sanos. Vendíamos mango, naranjas y mamones, lo que podíamos conseguir. Con la plata que ganábamos nos íbamos a jugar maquinitas hasta que nos daba la noche. Después nos comprábamos la oreja y el Fortilac para llegar a casa ya comidos. No fue una infancia fácil, pero para nosotros fue muy linda, porque siempre jugamos fútbol”, reconoció Montenegro.