
San Isidro de Coronado. Al timonel Luis Diego Arnáez se le notaba sereno, flemático, con capacidad de análisis, fiel a su personalidad, a su habitual estilo, mientras desgranaba sus razones ante la prensa, al final de los 90 minutos.
Mas, a pocos metros del enjambre de las cámaras, de las tabletas y de los micrófonos que acosaban al Flaco legendario, desde el interior del camerino porteño retumbaba un ardor colectivo y emocional que se traducía en llantos, en gritos a viva voz, en agrias discusiones y en golpes a las paredes.
“Hay que cuidar las palabras”, reflexionó Arnáez, a raíz de lo que por fuera escuchábamos.
“Esto es normal. Ocurre cada vez que se pierde. Es un asunto de vergüenza deportiva; inclusive, si hubiera por ahí un puñetazo, el moretón en el ojo se quita con los días. Pero no las palabras. Si son muy duras u ofensivas, estas pueden causar heridas que resultarían muy difíciles de cerrar.
“Voy a esperar a que los muchachos se calmen”, agregó el entrenador, consciente de que, más allá de lo táctico y de lo estratégico, se las tendrá que arreglar para juntar los pedazos y recomponer la moral de un plantel que, por lo menos ayer, en la tarde triste de El Labrador, parecía desperdigada.
“Hoy (ayer) tomamos malas decisiones y nos vamos con un saldo que no estaba para este resultado; incluso habíamos tenido presencia en el área del Uruguay.
”Ahora vendrá el juego decisivo contra Limón en nuestra cancha. Tendremos que aplicar mucha sabiduría para ganar y continuar en la Primera División.
”Tuvimos que lidiar con la falta de gente alta para pelear los balones arriba; solo Wong (Roberto) tiene esa capacidad de ganar las pelotas aéreas. Mantuve también a Luciano Bostal con ese propósito.
“Pero, bueno, ahora iremos a buscar la victoria contra Limón y trataremos de no repetir los errores que nos han costado tan caro. Queda un juego. Iremos a morir con las botas puestas, si hay que morir”.
Voces del sudor. Francisco Flores no quiso hablar. Pasó de largo. Roberto Wong transpiraba impotencia y rabia. Tampoco habló.
Más tranquilo, el arquero Víctor Bolívar ofreció su versión. “No nos explicamos esto. Es duro. Es difícil. Es complicado. Pero más que el partido de hoy (ayer) siento que estamos pagando el precio de errores acumulados, por la incapacidad de sacar tres puntos cuando había que hacerlo”, dijo el meta del Puerto.
“Esto duele, porque pensamos en la provincia, en nuestras familias, en todo lo que nos estamos jugando”, explicó Cristian Blanco.
Juntar los pedazos. Tal es el reto de un flemático estratega, aunque su procesión va por dentro.