Jugó en Alajuelense, integró una de las mejores selecciones menores en la historia del país (Nigeria 1999), también fue símbolo de equipos como Puntarenas F.C. o Carmelita; sin embargo, él siempre manejó un perfil bajo. Mario Víquez hizo una carrera que muchos se desean, pero en silencio, sin bullicio y en ocasiones casi en el anonimato.
El exlateral izquierdo siempre tuvo claro desde sus primeros años de vida que él no podía dejar de ser disciplinado, ni responsable, sin importar el camino que lo hiciera atravesar la vida.
De hecho, contrario a la mayoría de niños, Víquez no se enloquecía por ser jugador de fútbol; él simplemente iba avanzando en diferentes procesos, siempre teniendo en cuenta que el estudio era una prioridad.
Mario estuvo en camerinos bravos, con futbolistas muy reconocidos como Wílmer López, Luis Marín, Álvaro Mesén; Kurt Bernard, entre otros. Ya desde juvenil le había tocado una Selección con nombres como Gilberto el Tuma Martínez, Minor Díaz, Winston Parks... Siempre estuvo rodeado de connotados, pero él siempre se mantuvo alejado de los reflectores y aún más de los efectos, no siempre positivos, de la fama.
“Pudo ser que me enfoqué en la disciplina, la responsabilidad, no tengo la respuesta completa, pero me parece que fue eso lo que me ayudó a evitar situaciones de distracciones y demás: yo estaba enfocado en lo deportivo. Soy una persona de perfil bajo, las cámaras no me llamaban la atención”, declaró.
El gran premio que recibió el zurdo fue logró una carrera como la que pocos pueden tener: 20 años con buena regularidad.
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“Lo que siento es mucho orgullo, obviamente cuando yo repaso lo vivido, desde mis inicios nunca me imaginé jugar en Primera, ni siquiera eso. Yo nunca supe que mi papá me dijera tiene que jugar, pero siempre me inculcaron la disciplina, la responsabilidad. Yo me acuerdo que iba a Cartago a jugar y ni me ponían, pero mi papá nunca me dijo no volvamos. Entonces todo eso me ayudó a ser una persona responsable y concentrarme en lo deportivo y no en las distracciones”, acotó.
Los deseos de superación llevaron a Mario a graduarse en la carrera de educación física, además de ser entrenador Licencia A.
“Las distracciones siempre han estado, siempre había fiesta; los valores familiares y el respeto hacia mis padres fue lo que me sostuvo. Mi mamá me decía no salga y no salía por más que quisiera. Un día tenía que ir a Pérez Zeledón con el alto rendimiento y llegué a medianoche a la casa y eso me provocó un problema con mi mamá que esa regañada nunca se me va a olvidar”, pronunció.
Víquez también aprendió a desarrollar la perseverancia porque él nunca se incomodó por viajar dos o tres horas con tal de poder entrenar. El zaguero salía de su casa a las 2 p. m. para volver hasta las 8 p. m.
“A mí me tocó difícil, yo jugaba de delantero, pero me pasaron a la lateral, recién llegado de Nigeria en 1999. Farinha nos llevó al torneo de Concacaf contra el Aurora de Guatemala y Leonardo Durán se lesionó y Sandro Alfaro se lesionó y el único zurdo que había era yo”, finalizó.
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Mario ahora es entrenador y trabaja en el cuerpo técnico del Municipal Santa Ana.
“Estoy contento con lo que he trabajado a nivel de técnico. En cuanto a la época de ser jugador me faltó actuar en el extranjero, pero por la parte económica no se dio; me buscaron de China y Guatemala”, finalizó.