El Niño Dios sí existe, Juan Santamaría también y ni qué decir el Aztecazo. Qué ningún aguafiestas me venga con cuentos.
No me refiero a usted, don Carlos Batres, árbitro de aquel encuentro, descorazonadamente sincero, quizás entre en la espada y la pared, sin posibilidad de una mentira piadosa. En estos tiempos, cualquiera con internet encontraría el gol de Medford y la toma lateral en la que Hernán está 50 metros en posición prohibida. Cualquiera lo desmentiría, lo dejaría como farsante orgulloso si intentará sostener que no se equivocó al dar por válido el gol. No se preocupe; es una jugada difícil: la pelota va hacia el marco y Medford aguarda totalmente ajeno a la jugada.
Además, ya pasaron 16 años. Ya los ticos lo celebramos, lo digerimos, lo recordamos, lo repasamos hasta el empacho y lo volvimos a retomar, con cada nueva visita de la Sele al Coloso de Santa Úrsula.
No se preocupe, don Carlos: Medford sí estaba hasta la cocina, pero fue gol. Y Aztecazo, también. Así es el fútbol, con yerros arbitrales.
¿Acaso no salió como un metro del campo la pelota que el hondureño Dolmo Flores convirtió en centro y asistencia de gol contra Costa Rica? ¿Acaso la Sele no se vio obligada a jugar la non grata Nevada?
El Aztecazo sí existe y se decidió durante 90 minutos. Se gestó con las rápidas correcciones de Guimaraes, después de un inicio que auguraba irreparable derrota, con gol mexicano en el minuto cinco. Se gestó con la solidez defensiva para no permitir más tantos. Se gestó con la marca del Tuma y Marín, los centros impedidos por Drummond y Castro, el equilibrio de Solís, el liderazgo de Parks, la hombría de Cordero, la creación del Pato, el desgaste provocado por Wanchope y Bryce, el vertiginoso relevo de Sunsing, el magistral tiro libre de Fonseca, el gol de Medford y la parada de Lonis.
Suficiente es que a uno de niño le inventen que el Niño Dios son los padres. ¿Quién dice? Suficiente es que de adolescente le digan –peor siendo alajuelense– que Juan Santamaría es tan solo un personaje simbólico.
¡No inventen!