En Oro y Grana , de Miguel Cortés, comenté el otro día que Saprissa me parece mejor organización que el Herediano, porque dudode si realmente la estabilidad financiera de los florenses tiene larga vida, o si en algún momento puede derrumbarse como un castillo de naipes.
Mi duda radica en que no hay una explicación clara de cómo subsiste un equipo con una planilla tan numerosa y bien pagada, si la experiencia dice que la publicidad, las taquillas y los derechos de televisión no son suficientes ni siquiera en los clubes como Saprissa y Alajuelense, con aforos y aficiones mucho más numerosos que las de Herediano.
En medio de mi intervención llamaron don Orlando Moreira y Jafet Soto, el primero para advertirme que dejara de hablar con doble sentido y que los abogados del club escuchaban el programa, y el segundo para invitarme a visitar el Rosabal Cordero para enseñarme los estados financieros, a pesar de no ser asociado.
De lo primero tomé nota y lo segundo lo rechacé. Porque no es a mí a quien deben dar explicaciones. Y en todo caso, no he acusado a nadie de estar cometiendo una falta, un pecado o algo similar a un delito, como para que tengan que asustarme con abogados, en un intento por violentar mi derecho a la libre expresión.
Estoy seguro de que toda la afición herediana, los dirigentes de los equipos rivales y la organización nacional futbolística, estarían más tranquilos si el milagro de los panes florenses tuviera una explicación, emanada del riñón mismo de su organización.
Yo soy un simple metiche, a quien le gusta decir lo que piensa. Pero la columna de Antonio Alfaro, el director de Deportes de La Nación , del pasado domingo, me ratificó que no solo yo tenía esa inquietud. Relató Alfaro que ese cuestionamiento se lo había hecho a Jafet Soto en mayo pasado, en una entrevista para Diálogos de La Nación . La respuesta fue que Heredia enamoraba a sus fichajes con un proyecto, más que con dinero.
Yo, que tengo la costumbre de ser mal pensado, no me creo el cuento de que los futbolistas del Team son más baratos que los morados o liguistas. O al menos que la planilla numerosa de 30 jugadores de muy buen nivel, sea menos cara que las otras.
“¡Y a usted qué le importa!”, podrían decirme los florenses, con toda razón. Pero en una época en que el fútbol necesita transparencia, estoy seguro de que para todos a los que realmente les debería importar –empezando por los seguidores heredianos– no estaría de más que su dirigencia ayudara a desvelar el secreto, si es que hay tal, o, por el contrario, nos convenciera a todos de que efectivamente su publicidad, taquillas y derechos de la tele son suficientes para pagar esa “planillota”. O que los incrédulos estamos equivocados y esa planilla es una “planillita”.
Estoy seguro de que Antonio Alfaro estaría gustoso de que las páginas de este diario sirvieran de escaparate para esa explicación.