Si algo ha cuidado Paté Centeno camino al clásico son los modales y la compostura, como si esta dosis de coherencia ayudara, también, a puntuar en el juego más pintado hasta ahora.
No creo que lo anime en este ejercicio de sensatez dialéctica el temor a la banda de detractores que le dio 5 partidos en el Apertura y reclamó su cabeza por adelantado.
Sin histrionismo ni poses, la línea discursiva apunta ahora al análisis frío y desapasionado, a destacar virtudes sin caer en el paroxismo, pero, sobre todo, a enlistar las asignaturas pendientes.
Guadalupe es un equipo modesto, no nos engañemos, pero tiene en Géiner Segura, su técnico, a un profundo conocedor del juego que lo llevó en su visita previa a Tibás, a endosarle una derrota sonrojante.
Esta vez, en cambio, el antídoto de Centeno fue la versión más acabada de Saprissa, con manejo de pelota desde el fondo hacia adelante, sociedades para juntarse y tocar, juego profundo y goles.
Este equipo no es un proyecto acabado ni mucho menos, tiene que definir todavía nombres y roles, pero lo sostiene la coherencia de su entrenador y la fidelidad a una idea.
Y después viene el resto: el compromiso de los que tienen más millaje, como Barrantes, Angulo, Blanco, Bolaños, Venegas y Torres, por ejemplo, y los buenos augurios que desgranan algunas producciones fulgurantes como las de Rándall Leal y Manfred Ugalde.
El otro protagonista de esta reflexión camino a la jornada es Jafet Soto, todopoderoso por voluntad propia en Herediano, juez y parte, arquitecto de la redención de un grande en el podio de los campeonatos.
Si el Team se las da hoy de importante se lo debe a este hombre que genera pasión y odio a su paso, que divide los sentimientos en bandos opuestos, que puede caer mal o peor con su verbo filoso, pero, admitámoslo, que siempre hace muy bien su trabajo.
Lo malo de Jafet, en mi opinión, es que en su cruzada contra todo aquello que perjudique al Herediano, se ha excedido en los señalamientos al arbitraje, generando un efecto bumerán que ha terminado por dañar al equipo.
Como un hongo en invierno, al Team le ha florecido con tanta polémica de silbato un malsano sentimiento de victimismo, que no le conviene a una institución de solera.
Por eso me encantó el Jafet de esta semana, el que se quitó la máscara de inquisidor del arbitraje, el que no vio complots del juez ni sus asistentes, el que aceptó que Jicaral les ganó bien, sin componendas, con inteligencia y con Cristian Lagos en estado de gracia.
Me pregunto: ¿qué habría dicho Soto si a Herediano le ocurre lo de Cartaginés cuando el silbatero expulsó a un futbolista y ni él ni sus líneas se enteraron de que siguió jugando como si nada? No vale la pena Jafet, pues la impericia del referato es tal que perjudican sin distinción de colores. No es personal…