Desde esta tribuna, y en representación de los hombres, le pido perdón a Shirley Cruz. Creo que es tarde y ya no sirve de nada. Pero al menos que sea un acto de constricción, una aceptación del gran pecado original del que no hemos podido, ni querido, liberarnos: El machismo.
Si un futbolista tuviese su historial, sería el personaje del año, el mariscal de todos los festivales, la portada de cada lunes, el homenajeado de cuanto evento se organice, la cara publicitaria de las grandes marcas, tendría al menos cinco películas y los políticos le ofrecerían las llaves de la ciudad, del país y hasta del cielo.
Pero apenas nos acordamos de ella, como ahora, porque va a jugar una final de la Champions League. ¡Nada más la quinta! Ya ganó dos y fue subcampeona en otras dos. Lo hará con el Paris Saint Germain y en contra del Lyon, su exequipo, donde militó seis campañas y en todas fue campeona de la Liga, obtuvo dos de tres Champions y dos Copas de Francia.
En París fue subcampeona en cuatro temporadas y una vez de la Copa, perdió una final europea y el 1°. de junio, en Cardiff, enfrentará la segunda. ¿Se imaginan que un futbolista tico hubiese hecho todo eso? Patrono de San José, Benemérito de la Patria, Embajador universal y sempiterno, súper héroe de la niñez nacional, con video juego, tira cómica e historieta televisiva incluidas.
Ningún hombre en Concacaf la supera en logros. Lleva más de 65 goles anotados en Europa, 24 con la Selección y acaba de ser nominada, por cuarta vez consecutiva, para mejor jugadora francesa.
Pero sabemos poco de ella. Contrario a los legionarios, no hay notas cuando se lesiona, ni reseñas de sus goles, desconocemos cómo vive en la capital mundial de la moda, si el presidente del club la quiere o prefiere venderla, y aunque es una de las dos capitanas del PSG, nunca ha tenido portadas de toda la página, titulares glamorosos, ni notas para desayunar, almorzar y cenar en el mismo día.
Viene a jugar con la Selección y no ingresa por el Salón Diplomático, no tiene guardaespaldas, no niega entrevistas, no toma poses de diva, se suda la playera como una debutante, no se le ha pegado ningún acento afrancesado y sigue siendo más tica que el gallo pinto.
Nosotros, los hombres, y de seguro muchas mujeres, preferimos negarle créditos. Seguramente por ideas cavernícolas: Que el fútbol es para hombres, que quién tiene a las viejas metidas en eso, que no es lo mismo ganar la Champions varonil, porque ellas no meten pata, no corren ni tienen lo que ponen las gallinas. ¡Perdón una y mil veces, Shirley!
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