No recuerdo la última vez que Cartaginés finalizó un certamen sin penurias. A mitad del camino, los futbolistas reclaman atrasos salariales y las hipotecas del estadio acaban por asfixiar a la dirigencia brumosa.
La historia se repite una y otra vez al final de cada campaña: contratan a los jugadores que desecha la Liga, Saprissa y Herediano (acostumbrados a recibir el salario al día), ante la falta de recursos para competir por los mejores futbolistas y aspirar al título nacional.
Y después, el discurso de los dirigentes se repite: “Se hizo un gran esfuerzo”, “nos faltó suerte”, “el arbitraje pesó”, “hubo demasiadas lesiones”.
Siempre me he preguntado por qué a Cartaginés no le aparece un inversionista, como le sucedió a Saprissa o Herediano.
Al conversar con Cristian Brenes, el periodista de La Nación que cubre el equipo, me explicó que en la asamblea de accionistas ninguna persona puede tener más del 3% del capital social. Así lo ordenan los estatutos de la Sociedad Anónima.
Ante tal realidad, los inversionistas no pueden comprar el 51% de las acciones y convertir la institución en un negocio.
A esta altura, con un mercado que mueve millones, es ilógico aferrarse a este tipo de tradiciones. Cartaginés tiene deudas que rondan los $1,5 millones y a un equipo en estas condiciones no le alcanza para pelear por una corona. Es la realidad.
La asamblea blanquiazul tiene la potestad para modificar el estatuto y al menos aspirar a que aparezca un inversionista.
No será de la noche a la mañana, pero con una investigación seria y un pago justo por el club, es factible abrirle la puerta a un empresario que esté dispuesto a desarrollar un proyecto serio.
Este es un buen momento para dejar a un lado el egocentrismo y reconocer que en las últimas administraciones no se tuvo la capacidad para revitalizar al equipo a nivel financiero.
Tampoco se puede pensar que siempre va a estar ahí la afición salvando el “pellejo” y evitando el remate del estadio.
Quizás, así Cartaginés pueda pelear de nuevo por un título, algo que ahorita se ve lejos.
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