Hay algo que no tengo claro en relación con los procesos de contratación de jugadores por parte de algunos clubes de fútbol de nuestro país. Lo resumo con una pregunta: ¿Se analiza y esboza primero una noción de juego, y luego se procede a buscar y reclutar figuras con altas posibilidades de encajar en el engranaje, o se empieza por enrolar deportistas de manera indiscriminada —todo lo que se ponga por delante— y luego se ensayan o improvisan esquemas que se adapten a la planilla con la que se cuenta?
Mi inquietud surge del hecho de que cada vez que se abre un período para nuevos fichajes, diversos equipos se enfrascan en una “cacería” de talentos en la que cada refuerzo se anuncia con bombos y platillos, abrazos, poses y grandes expectativas, aunque en muchos casos muy pronto queda claro que las estrellas llegaron al cielo equivocado. No brillan, a lo sumo titilan tímidamente; fugaces.
Es así como una y otra vez los aficionados costarricenses somos testigos de deportistas que arriban como mesías salvadores, pero a las pocas semanas son el blanco del escarnio de las graderías, programas deportivos y redes sociales. Los torneos más recientes abundan en ejemplos de este tipo; ninguno de los clubes de billetera gorda o mayor capacidad de endeudamiento puede lanzar la primera piedra.
No me refiero solo a la contratación de jugadores extranjeros, sino también a la de nacionales. Aquí no se escatiman billetes a la hora de despojar a equipos “pequeños” de sus figuras y dejarlos prácticamente desarmados. Por supuesto que estas transacciones son legales; el problema es que muchos de esos futbolistas terminan en banca, con pocas oportunidades o cedidos a préstamo.
Es entonces cuando uno se pregunta: ¿cuáles son los criterios técnicos que priman en la adquisición de porteros, defensas, volantes o delanteros? ¿Existen esas pautas o se actúa en el mercado del balompié a puro olfato, corazonada, desesperación, ocurrencia, capricho, sacada de clavo, efecto mediático?
La duda es válida, máxime en un torneo en donde hay equipos cuyas planillas cambian sustancialmente de un año a otro; no terminan de conformar, menos de consolidar, una base o columna vertebral que contribuya a acoplar a los nuevos jugadores en el engranaje.
Pienso en esto y la imagen que surge de inmediato es la de alguien tratando de armar a la fuerza un rompecabezas de la Torre Eiffel con piezas de un puzzle del Big Ben, otras de la Estatua de la Libertad y unas cuantas de la del expresidente León Cortés Castro.