Discrepo del discurso genérico y, por momentos, desequilibrado sobre la realidad del arbitraje en este inicio de campaña. De dirigentes a jugadores, cada quien se inclina hacia lo que percibe como un fallo arbitral en su contra para disparar sin filtros.
Pocas veces se evalúa si hay tendencias en las decisiones arbitrales que evidencien una variación en la dinámica del juego.
Por ejemplo, algún elemento específico de cambio que intente modificar una conducta en los futbolistas y, como consecuencia, en los partidos.
El discurso externo normalmente se centra en los fallos puntuales, como un fuera de juego no señalado o un penal dudoso. En cambio, pocas veces se abre la interrogante: ¿Favorece el arbitraje al espectáculo y, a la vez, la dinámica de los partidos?
En este comienzo de campaña ya se perciben dos cambios evidentes en la forma de arbitrar que, a plena vista, podrían mejorar sustancialmente la calidad de los partidos.
Mi intención es explicar mi perspectiva a través de dos palabras: “El cambio y la consecuencia”. De esta manera, es sencillo de entender lo que se hizo y lo que se está evidenciando en el terreno de juego (si ya llegó hasta acá, me tomo el atrevimiento de invitarlo a dejar su punto de vista en los comentarios, me gustaría leer otras aristas).
El cambio y la consecuencia positiva
Los minutos de reposición
1. El cambio: La primera tendencia se refleja en el tiempo de reposición. En la mayoría de duelos, los silbateros han añadido muchos minutos, pues consideran que se perdió demasiado tiempo. En el Alajuelense - Liberia se repusieron 10 minutos en la primera parte.
El juez central toma la decisión a causa de distintos factores, en ocasiones reales, pero muchas veces por motivos que van en contra del espectáculo: Faltas fingidas, lesiones para perder tiempo, porteros que tardan demasiado en sacar, etc.
2. La consecuencia. Resulta que en la reciente jornada dos entrenadores, Luis Marín (San Carlos) y Mínor Díaz (Liberia), se levantaron de su banquillo para pedirle a algunos de sus pupilos que se levantaran del piso, pues el reloj estaba corriendo y el tiempo de reposición sería muy elevado.
A medida que los entrenadores y los jugadores comprendan que la consecuencia de perder tiempo es disputar un alargue de 7, 8 o hasta 10 minutos, es muy probable que este fenómeno se expanda entre la mayoría de estrategas de la Primera.
Con el agotamiento físico y mental que provoca un primer tiempo de máxima concentración táctica, a ningún equipo le sirve que se extiendan tanto los juegos.
¿La consecuencia? Habrá partidos más dinámicos, menos trabados, con mayor tiempo efectivo y, probablemente, más emociones en ambas porterías.
¿Imagine que el gesto de Marín y Díaz de pedirle a sus jugadores que se levanten del suelo se replique en todos los banquillos? La mejoría en los compromisos será muy evidente. Entre más dinámico el partido, mejor el espectáculo.
Más contacto
El cambio: También ha quedado de manifiesto que los árbitros ahora son más ‘flexibles’ para interpretar cuando existe una falta o no. Dicho de forma sencilla, ahora no pitan cualquier contacto y, por el contrario, permiten un mayor roce.
Si esta tendencia se mantiene en todos los juegos de aquí a final del torneo, es muy probable que el futbolista comprenda que no le van a señalar cualquier roce como falta.
Ningún extremo es bueno, pues tampoco se puede permitir el juego rudo, pero el bien que le hace esta decisión al fútbol si se ejecuta de forma correcta es enorme.
La consecuencia: Con solo que disminuyan las simulaciones de faltas y se elimine el silbato en los roces que son apenas perceptibles, la dinámica se transformará radicalmente, pues el jugador evitará tirarse al suelo al saber que no le señalarán.
Esta realidad es visible para cualquier aficionado que vaya al estadio. En todos los partidos se repite la misma conducta; un futbolista lanza la pelota larga y cuando percibe que va a perder el balón, de inmediato se lanza al suelo sin que exista falta alguna.
... Pero casi siempre suena el silbato.
Entonces, surge otra interrogante: ¿Qué pasa cuando los jugadores costarricenses compiten internacionalmente y simulan una falta? No se la señalan.
Con este nuevo comportamiento, el fútbol tico podría tener una mejora notable.
El mayor desafío es de los jueces, que deben ser coherentes en todos los partidos y tener una correcta interpretación de las jugadas.
Si se cumple, la mejoría de nuestro fútbol en el corto plazo será evidente.
Bien por Horacio Elizondo, que al menos intenta algo diferente.
Para los que esperan cambios en el acierto de penales señalados o fueras de juego, la única forma realmente comprobable para mejorar es el VAR.