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No estoy totalmente convencido de que Saprissa merezca terminar de primero la fase de clasificación del Torneo de Clausura, que finaliza este miércoles.
Pero sí creo que tiene los argumentos suficientes para dejarse la cima y el boleto directo a una eventual final.
El más fuerte, sin duda, es su plantel, plagado de figuras con talento y experiencia, especialmente en la ofensiva.
En su línea de metralla sobran buenos artilleros (Moya, Ariel Rodríguez, Bengtson, Ramírez) y asistiéndolos hay un equipo de apoyo repleto de calidad, como Mariano Torres, Daniel Colindres, Johan Venegas, Barrantes y los hoy lesionados Marvin Angulo y Cristian Bolaños (este último ya no jugará más en el torneo).
Ese poder de fuego compensa la fragilidad de una línea defensiva que genera más dudas que garantías.
Kevin Briceño aún va en camino de ganarse la confianza de la afición; en el carril izquierdo está un novato como Luis Hernández que promete, mas denota la falta de colmillo; por el derecho, Salinas parece ser la solución, luego de que pasaron tres figuras por ahí.
Los centrales Moura y Robinson no terminan de convencer. A veces hacen partidazos, como en los clásicos en los que supieron controlar a la pareja más letal del fútbol nacional, McDonald y Róger Rojas. Pero en otras cometen unos descuidos imperdonables en jugadores de tanto rodaje.
En la banca uno encuentra soluciones para el ataque, pero no tantas cuando se trata de la defensa y el mediocampo.
La mayor preocupación morada, sin embargo, está en la dirección técnica.
La inexperiencia de Vladimir Quesada es una apuesta arriesgada y uno no termina por convencerse de su capacidad. Eso sí, en el devenir del torneo se ha visto una mejora.
Cuando un equipo está lleno de estrellas el éxito depende del manejo que haga el entrenador del camerino y el proceso para amalgamar una idea.
Quizás la racha actual de cinco victorias y tres empates podría ser un aviso de que la S finalmente encontró el equilibrio y que ahora sí se le puede señalar como favorito.