Puntarenas. No había que llamarse a engaños: la tarea quedó hecha una semana atrás.
El 0-3 que el Puntarenas le endilgó a la Liga en el mero Alejandro Morera Soto, el miércoles anterior, era un fardo demasiado grande, sobre todo porque, hoy por hoy, el Puerto es muy superior a los rojinegros, un equipo que deambula en la cancha.
Ayer, los naranjas demostraron mejor y mayor orden táctico. El juego fue de una sola cara, salvo algunos destellos de los manudos en un breve lapso de la primera etapa, en el cual realizaron su única jugada de ataque en todo el partido: un remate de Wílmer López (al minuto 14) que se fue, por muy poquito, detrás del marco del portero beliceño Shane Orio.
Luego de eso, Puntarenas dominó –como lo prueba el marcador global de la serie (5-0)– de “pe a pa”, lo llevo al terreno que deseó y cuando lo quiso, y marcó dos goles: la puntilla a un rival con escasos argumentos y cuyo devenir en esta temporada se debate entre la angustia de los malos resultados y la futilidad de su juego.
Al final, una bronca entre Patricio Leeb, preparador de porteros, y Kurt Bernard, de Puntarenas, deslució la algarabía de la afición naranja que, parece, recuperar el espíritu del ‘86, cuando otro equipo chuchequero –el Municipal Puntarenas– la llevó al puerto más lejano que hayan conocido: el título nacional.
Rapidito. A Puntarenas solo le llevó menos de media hora darle la estocada final a la Liga.
En ese período, ya había demostrado que la ventaja de la semana anterior era cosa pasada y que el asunto jugaba de nuevo. Los porteños se desempeñaron como si fueran ellos los obligados.
Alajuelense, por su parte, se reiteró en dos de los errores cometidos a lo largo de esta temporada: imprecisión en los pases (en todas las líneas) y una zaga con salidas inciertas que propicia el ataque rival.
Los porteños abrieron el marcador a los 26 minutos del partido, por medio de un lanzamiento de penal de Kurt Bernard. Un minuto antes, Pablo Salazar –luego de un lujito innecesario– le había cometido una falta al mismo Bernard.
Cuando este anotó el castigo, todos en el Lito Pérez sabíamos que la serie estaba más que liquidada.
Si remontar el 3-0 global era una tarea hercúlea, el 4-0 se adivinaba como misión imposible, y la Liga de estos momentos no está para ello.
Para entonces, los muchachos de Luis Diego Arnáez ya llevaban tres oportunidades a su favor; incluso, una clara falta en el área cometida por Harold Wallace a Bernard (21’), pero el silbatero chapín Carlos Batres no la sancionó.
El segundo tiempo fue de menor calidad: Puntarenas con los deberes hechos no apretó el acelerador y disfrutó de las aguas mansas de una eliminatoria resuelta y rematada; Alajuelense naufragaba en la impotencia del no poder.
Un dato para que usted, lector, se dé cuenta de lo chato que resultó el ataque visitante: el meta Orio tuvo oportunidad de hacer algunos ejercicios de calistenia con el partido en pleno trámite.
El 2-0 llegó al 79’, por medio del habilidoso José Macotelo, quien se aprovechó del desamparo en que los zagueros manudos dejaron a Ricardo González.
Fue la última palada de tierra sobre la Liga en la Uncaf; pero, la pura verdad, esto estaba resuelto desde la semana pasada.