Ahora resulta que Centeno es filósofo. Los locutores hablan de “sus filosofías de juego”. No solo es autor de un sistema filosófico sino, por lo visto, de muchos. ¡Cielo santo: tenemos una sucursal de la venerable Academia de Atenas, fundada por Platón redivivo, aquí en el trópico húmedo! ¿Serán filosofías de perfil idealista, empirista, materialista, existencialista, vitalista, fenomenológico? Señores: no se puede abusar de las palabras, no se las puede sobajear, subutilizar, corromper, en suma: charralear.
La filosofía es una de las más altas manifestaciones del espíritu. Hablar de una “filosofía futbolística” es una pomposidad, una grandilocuencia simplemente inaceptable: movería a la risa, si no fuera porque más bien genera cólera. Para eso hay otras palabras: estrategia, táctica, sistema, estilo, planteamiento. Pero no: resulta que nuestros técnicos son los Descartes, Hegel, Kant y Jean-Paul Sartre del fútbol. ¡Por favor, amigos, un poco de sobriedad y seriedad!
Y los jugadores se refieren a los técnicos como “profesores”. ¿De qué, en nombre de Dios, pueden ser profesores Paté, Jafet, Jeaustin, Medford? De nuevo, estamos banalizando una palabra sagrada: la noción de maestro, de docente, de ese gran profesor que postulaba Montaigne, y cuya misión con los alumnos consistiría en “encender un fuego, no en llenar un vaso”: el fuego sacro del conocimiento y la sabiduría. No veo cómo, por ningún lado que se le contemple, podría un señor como Jafet Soto condecir de este perfil ético y profesional, sublime entre todos, que llamamos “profesor”. Todavía aceptaría que le digan “profesor” a un hombre de 80 años como Menotti, Zagallo o Sir Alex Fergusson, que revolucionaron el fútbol y formaron legiones de jugadores de histórica dimensión. ¿Pero nuestros tecniquitos de potrero? ¿Llamarlos “profesores”? Es de-semantizar la palabra, vaciarla de su original —e inmenso— significado.
Nuestro fútbol ha generado una retórica tan cursi, bombástica e inapropiada, que urge llamarla al orden. Señores: un poco de respeto con los conceptos verdaderamente grandes de la cultura. No seamos tan maiceros, deslumbrados y bocones: el fútbol es una cosa muy, muy chiquitita en la macrohistoria humana. No lo perdamos de vista.