Ciudad Quesada
Son pasadas las 9 a. m. del domingo y Román Arrieta camina por el parque de Ciudad Quesada con su pequeña niña en brazos. En su recorrido mañanero visita el súper, conversa con un taxista, levanta la mano para saludar a los conductores que lo pitorean al reconocerlo y ofrece un apretón de manos a cada sancarleño que se le acerca.
En estos días, en que muchos futbolistas se creen estrellas de rock, es una bocanada de aire fresco conversar con el "más viejo" del recién ascendido camerino norteño. El portero de 35 años alcanzó su segundo ascenso con San Carlos, el equipo que lo vio nacer y en el que guarda la esperanza de retirarse algún día.
"Tengo mucha afinidad con la gente del pueblo, con los que van al estadio y apoyan al equipo. Conozco a casi todo el mundo acá. Estuve en todos lados, pero mi corazón nunca se fue de aquí", reconoce Arrieta.
De lejos, escucho algunos chispazos de su conversación con el taxista. Desde la ventana del acompañante le pregunta por la final ganada ante AS Puma, los refuerzos y su continuidad. La charla termina con un sonoro apretón de manos.
Hace 15 años años que vistió por primera vez la camiseta norteña y es uno más del pueblo. Nació en Santa Rita de Río Cuarto, un distrito que pertenece a Grecia pero que está a pocos kilómetros de San Carlos.
Le pregunto lo mismo que el taxista y responde: "Tengo muchas ganas de jugar en Primera con este equipo, sabemos que es importante reforzarse, pero ya hay una base sólida. Tenemos el bonito reto de no volver a la Segunda".
Desde que el entrenador Daniel Casas lo subió al primer plantel, cuando competía por un puesto con Fausto González, su historial ha tenido altos y bajos.
La lista de equipos en los que estuvo es larga: AS Puma (con el que descendió), Grecia, Turrialba, Guanacasteca y Limón.
Luego de cada aventura volvió a San Carlos, ya sea por un café, una visita a los amigos, o porque firmaría un nuevo contrato con el equipo del cantón, como sucedió la última vez.
Después de sufrir penurias económicas, de tropezar con frecuencia en las instancias finales y de tocar fondo en lo deportivo, Román y el camerino norteño hicieron un alto en el camino.
Se propusieron dejar a un lado todas las limitantes y volcarse a favor del sueño del cantón. La esperanza del vestuario es que con el regreso a la división de honor, vuelva la estabilidad económica.
"Jugar en la Liga de Ascenso es muy duro, solo se premia a un equipo y se puede hacer un gran torneo, pero si se queda de segundo no sirve de nada. En Primera se termina cuarto, como Belén, y es gratificante", explicó.
Sentimiento. Lo que más entusiasma a Arrieta para la temporada que se avecina es la oportunidad de hacer historia con un equipo "muy sancarleño", pues el 85% del plantel se formó en las fuerzas básicas del club.
La mayoría de jóvenes se conocieron y fueron campeones en los torneos de Linafa, cuando el actual entrenador del equipo, Géiner Segura, dirigía al plantel.
Arrieta llegó a aportar sus canas a la causa, junto a Juan Vicente Solís y Marcos Mena, los veteranos del grupo.
El cancerbero, quien destaca por su juego aéreo, espera que en esta ocasión el equipo llegue a la Primera para quedarse definitivamente.
Le es imposible olvidar el descenso con los norteños en el 2003. Fue uno de los tragos más amargos de su carrera y confía en no tener que repertirlo nunca más.
"Es terrible, es un sentimiento de frustración e impotencia, no hay vuelta atrás, es como sentir que se echó a la borda el trabajo de un año", contó el cancerbero.
Es el fin de la charla pero no de Arrieta. Él seguirá caminando por el parque de Ciudad Quesada, hablando con los vecinos, visitando el súper, conversando con los taxistas.