Cuando Puntarenas ascendió a la Primera División quizás muchos creyeron que en el primer certamen debía luchar por salvar la categoría, pues era difícil visualizar que el equipo sería protagonista.
Sin embargo, apenas en su primera presentación ante San Carlos, una noche en el Lito Pérez con victoria 3-0, se vio el hambre de ese grupo de futbolistas que en su mayoría venían de la Liga de Ascenso.
Poco a poco los chuchequeros sumaron puntos y buenas presentaciones hasta consumar su clasificación.
Es cierto, pasaron por un bache aunque se mantuvieron a flote con empates, incluso ante rivales clave como San Carlos, que ganaba 2-0 en Ciudad Quesada pero cedió el 2-2 por la presión porteña.
Seamos sinceros, qué más pedirle a Puntarenas, que aunque amalgamó muy bien un equipo, la planilla no es amplia como la de otros.
Pero quizás ahí está el secreto de este Puntarenas. Se lesionó su cerebro, Yoserth Hernández, y nadie se echó a morir. Luego siguió Daniel Quirós, después Johnny Gordon. Un partido (Guanacasteca, 1-1) lo disputaron sin delanteros, por estar lesionados o expulsados, y pese a ello no se dieron por vencidos.
Esa es la diferencia entre Puntarenas y Alajuelense. Eso es lo que los manudos deberían imitar del Puerto.
Cuando Herediano les marcó el primer tanto en la semifinal, apenas en el primer minuto de juego, el Puerto se fue encima de forma voraz hasta empatar. Luego vino el segundo de los florenses y de nuevo los chuchequeros buscaron la paridad.
El 3-1 del Team en tiempo de reposición se da cuando hasta el portero Guido Jiménez dejó su arco solo para buscar el ansiado gol, y Herediano estaba metido en su área. Aplausos de pie por esa gallardía.
En cambio, Alajuelense llegó a Tibás para enfrentar a su acérrimo rival y desde el pitazo parecía derrotado. Saprissa le anotó y los rojinegros ni se acercaban al marco rival. De no ser por Leonel Moreira, la goleada habría sido de escándalo.
La gallardía la mostró Puntarenas, con sus limitaciones, sin un CAR, sin figuras de peso, solo con soldados rasos, que nunca se quejaron, que no salieron culpando a los árbitros, que dieron la cara y alegraron a su afición en cada juego. Sin salarios millonarios.
La diferencia es que los puntarenenses se partieron el alma, derrocharon esfuerzo y merecen todo reconocimiento. Alajuelense, en cambio, suma un fracaso más. Parece que ya se le hizo costumbre.
Porque si la Liga tuviera la mitad de la gallardía del Puerto, con ese equipo y esas condiciones que tiene, estaría peleando codo a codo con Saprissa por ser el club de más cetros.