Santa Bárbara. Heredia
En tres años de jugar en Primera División, Andrey Ugalde ha concedido pocas entrevistas; hace un conteo utilizando sus dedos y afirma que máximo diez. Reconoce que las cámaras y los micrófonos (casi) nunca lo persiguen.
"Es que siempre buscan a los futbolistas que han estado en algún equipo grande y luego vienen a jugar a Carmelita", cuenta sin inmutarse.
Mientras la grabadora registra sus palabras, al fondo se escucha un murmullo; varios de sus compañeros empiezan a decir su apellido para desviarle la atención.
Andrey sigue: "Para darme a conocer me falta mucho, eso lo tengo claro, lo que debo hacer en demostrar en la cancha lo que puedo dar, es la única forma".
Ugalde, un volante que goza de la confianza de Guilherme Farinha, es de riñón rojinegro. Cuando tenía 15 años se integró a las ligas menores de Alajuelense, estuvo ahí hasta los 18, empero, ante la falta de oportunidad vio en Carmelita la posibilidad abierta de convertirse en futbolista profesional.
Él sabe que si estuviera en la Liga, quizás su nombre sería más reconocido por el nutrido grupo de seguidores que tiene el conjunto erizo.
En el cuadro verdologa, la realidad es otra."Nuestra afición es la familia y algunas personas que siempre han apoyado al equipo y que le tienen un cariño especial al club", dijo.
A escasos diez metros de Ugalde, Suhander Zúñiga se quita los tacos tras la práctica matinal. A sus 20 años ha provocado atención de clubes como Alajuelense y Herediano; la dirigencia local sabe que es una de los prospectos de la cantera del Complejo Deportivo Wílmer López.
A pesar de ser un veintañero, Suhander ya ha jugado seis campeonatos en la máxima categoría. Este domingo, contra Saprissa, empezará el sétimo con la "ilusión del primero".
Entre la consolidación de su carrera y las metas de saltar a club de mayor jerarquía, este volante ofensivo dice que empezar de cero es una norma para todo aquel que hace carrera en El Carmen.
"Es mejor así, uno ve casos de jóvenes que dan el paso a Primera y muchas veces la prensa los presiona mucho. Es mejor trabajar con bajo perfil y dar lo máximo siempre", advierte.
Cuando sale de un partido, para Zúñiga es normal que nadie lo detenga para pedirle un autógrafo o tomarse un selfie. Como sí les ocurre a otros profesionales del balompié nacional.
"Sinceramente nunca hay alguien esperando por un autógrafo (...) y no solo me pasa a mí sino hasta a jugadores que han estado en clubes más tradicionales. Para los chiquitos y, algunos adultos, Primera División es Herediano, la Liga y Saprissa, no es el Carmen, Guadalupe o Liberia".
Suhander resalta el esfuerzo económico de Carmelita para tener al día los salarios y salir avante pese a las limitantes de una entidad de presupuesto reducido.
"Es difícil hacer un viaje hasta Pérez Zeledón, jugar el mismo día y regresar después del partido. Son cosas que uno aprende a valorar, quizás es un equipo grande eso no pasa pues nunca les falta nada pero uno acá vive otra realidad. Son detalles que motivan".
Bryan Orue es uno de los carmelos que más años tiene en Primera; en 2007 comenzó su andanza en la categoría de honor con Herediano, equipo del que asegura, todavía, uno que otro aficionado le recuerda su paso por el club.
"De vez en cuando sale un saludo, es más espontáneo y no tan frecuente. La exposición en Carmelita no es tan amplia como en un equipo grande", admitió.
"Pertenecer a Carmelita es trabajar siempre al máximo, dar lo mejor día a día e intentar sobresalir para que los medios nos presten atención. En mi caso como defensor es más difícil porque es menos notable, quizás cuando se marca un gol aparece el nombre de uno pero ocurre poco", agregó.
Orue contó que a diferencia de otros planteles, el equipo carmelo no tiene un camerino fijo ni instalaciones propias pero son "cosas que en la cancha no importan pues la pelea por los tres puntos es la misma".
"Aquí se valoran más las cosas, es claro que hay que luchar para crecer y que se abran las puertas, las vitrinas siempre son contra los equipos grandes porque es cuando más llegan los medios de comunicación".
La libertad restringida por la fama que depara ser futbolista es, por lejos, un detalle que Orue nunca experimenta.
"Ir al cine, al supermercado, salir a comer con los amigos, eso se puede hacer con total tranquilidad en un equipo chico, todo lo contrario le pasa a un jugador de equipo grande que debe tener cuidado en ese y muchos aspectos más. Sus acciones siempre serán juzgadas para bien o para mal", reflexionó.
Igual piensa Luis Carlos Zamora, un arquero de 28 años, quien a diario viaja desde el cantón de San Ramón para ponerse a las órdenes de Farinha.
"Uno tiene una forma de vivir tranquila, sin el reconocimiento de otros futbolistas, nadie te señala en un lugar público ni dice 'mira ese es aquel que juega con tal equipo".
Zamora recordó que sus minutos de más fama los vivió temporadas atrás cuando jugó contra Saprissa y varios periodistas lo abordaron. Después de ahí el reconocimiento lo vive en su pueblo natal donde su paso por el equipo local lo convirtió en una figura conocida.
El cuidapalos dice que la carrera de futbolista ofrece beneficios pero estos son muy distintos pese a que la profesión es la misma.
"Antes para venir a entrenar tenía que hacerlo en bus, hace unos meses y después de un gran esfuerzo me compré un carro. Yo imagino que un futbolista de un equipo grande tiene más facilidades para llegar a una agencia y comprar uno nuevo. Incluso hasta pueden regalárselo con tal de que la haga publicidad a la marca. Sin duda es mucho más fácil para ellos", finalizó.