Estaba tan concentrado en el clásico en sí que Bryan Ruiz no le daba mucho espacio en su mente a la idea de que iba a portar la banda de capitán de Alajuelense por última vez en un partido contra Saprissa en el Morera Soto.
Pero en realidad, era una lucha consigo mismo.
El 10 rojinegro sabe lo que está en juego. Él quiere a la Liga en la final y una de las grandes teorías en series de ida y vuelta indican que el primer partido es clave.
Tampoco es algo escrito en piedra, pero Ruiz quería hacerlo bien en lo individual, pero principalmente en lo colectivo.
Su mamá, Rosa González, caminaba por los puestos de comida en la gradería este y los equipos calentaban en la gramilla híbrida del Morera Soto.
Eran las 6:27 p. m. y el animador dijo que este era el último clásico del gran capitán en el Morera Soto, porque falta aún el del próximo viernes en Tibás.
De forma inmediata empezó una verdadera lluvia, pero de aplausos, tanto en las gradas, como en la cancha.
Si bien es cierto, la casa rojinegra no se llenó, como ha sido la tónica en los partidos de la Liga en este torneo, quienes dijeron presente y en ese instante ya estaban en sus asientos, se pusieron de pie.
Eso pasaba en sur, en norte, en este y oeste, pero en la gramilla propiamente, Celso Borges fue el primero en unirse a la iniciativa del liguismo con su último ídolo.
Tras Borges, los demás jugadores de Alajuelense hicieron lo mismo. Fue un momento de sentimiento para todos y apenas una pincelada de lo que vendrá el 17 de diciembre, en la despedida soñada de Bryan Ruiz, en el partido entre Alajuelense y Twente.
Pero no hay que adelantarse tanto. Hay que pensar en hoy, como lo hizo el propio Ruiz.
El mediocampista trató de vivir al máximo cada instante, con las sensaciones que tenía en su primer clásico, a sabiendas de que este es el último, al menos en el Morera.
Porque cuando cayó en cuenta de que el estadio lo ovacionaba, Ruiz no paró de hacer los ejercicios de calentamiento, pero sí devolvió el saludo con mucha gratitud a su gente.
Ya cuando los equipos iban a salir a la cancha, ingresaron al estadio sus hijos: Mathías, Benjamín y Leonardo. Todos con la camisa 10 de Alajuelense en la noche especial de Bryan. Con ellos iba la esposa del jugador, Carolina Jaikel. Y no podía faltar la mejor amiga del capitán, Priscila Jaikel.
Cuando se dio el duelo entre Alajuelense y Saprissa en la fase regular, Bryan Ruiz estaba convencido de que ese no era su último clásico. Él tenía la corazonada de que vendrían dos pulsos más entre rojinegros y morados.
Estaba tan convencido de eso, que publicamente adelantó que habría dos clásicos más. Y no se equivocó.
El capitán jugó el partido completo y estuvo muy metido en el juego. Corrió como si fuera el último, o el primero.
Le hubiese gustado un marcador distinto, en una semifinal que sigue muy abierta, con posibilidades para los dos.
Ahora Saprissa está obligado a ganar; mientras que un empate con goles le daría el pase a la Liga.