Seúl, Corea del Sur. Una pequeña peña de 25 aficionados costarricenses se dieron voz en el Estadio Mundialista de Corea del Sur. Corría el minuto 13 y el “oe, oe, oe, ticos” se hizo grande en el amistoso en el que la selección local recibió al octavo puesto del Mundial.
En medio de 39.000 aficionados coreanos era difícil encontrar la pequeña mancha tricolor; pero allí, sentados en la gradería este estaban los 25 nacionales. Armados con banderas, sus gritos rompieron la armonía tradicional en los estadios del fútbol de ese país.
Al inicio del juego no todos los costarricenses estaban unidos y las pocas banderas ticas se veían esparcidas por el gigantesco inmueble, pero la nostalgia nacionalista se convirtió en un magneto que ya para el medio tiempo había recogido a todos aquellos que saben lo que es un gallo pinto para el desayuno.
“Compartir un poco con todos los ticos y venir juntos nos hace sentir como un poquito en casa. Es vacilón”, afirmó Flor Coghi, quien estudia en el país asiático.
A la mayoría de ellos les fue fácil asistir, ya que la Embajada de Costa Rica consiguió entradas gracias a lo pequeña que es la población costarricense en esta tierra: no alcanza ni las 50 personas.
Aunque para algunos la travesía fue más complicada, pues debieron viajar desde otras naciones. Tal fue el caso de Rolando Murillo, quien trabaja en Hong Kong y fue hasta tierras coreanas para ver a la Sele junto a su homónimo padre. Solo los tiquetes le costaron $750.
Al minuto 13 fue la primera vez, pero el “oe, oe, ticos” se escuchó al menos en otras tres ocasiones por las graderías gracias a que los goles de la Sele silenciaron a todas las 39.000 voces coreanas.
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