Leonel Moreira, su esposa Yulieth Granados y sus hijos Santiago y Camila llevaban una vida normal en Bolivia, hasta el día en el que hubo un fraude electoral y la renuncia de Evo Morales. Hoy se sienten contentos en Costa Rica, con el arquero jugando en Liga Deportiva Alajuelense y disfrutando los privilegios de estar de nuevo en un ambiente pacífico.
Allá dejaron muchos amigos, personas que les tendieron la mano desde que llegaron y hasta que volvieron a suelo nacional. También se alegran al ver cuando parece que la tensión merma, pero se preocupan por esa gente buena cuando se percatan de que de nuevo hay protestas.
Ellos pensaban que ahí se daría una fiesta electoral, porque al principio hasta se celebraba el fin de la dictadura y creían que estaban ante algo histórico.
Pero las cosas fueron cambiando. La esposa del arquero cuenta que ese día él tenía que viajar para integrarse a la Selección Nacional y les habían advertido que debía irse muy temprano por los bloqueos, que ella los cataloga como pacíficos.
Como Santiago y Camila estaban en una escuela americana, ella se las ingenió durante unas tres semanas para que no perdieran clases.
“Nos íbamos en el auto y lo dejaba en un barrio por el bloqueo, como a tres kilómetros de mi casa, caminábamos unos 800 metros hasta otro punto donde tomaba un taxi que me llevaba hasta la escuela y así viceversa para devolverme, pero no me molestaba, porque yo comprendía que los bolivianos lo hacían por su derecho a expresarse y a unas elecciones limpias”, indicó Yuli.
Cuando Evo Morales renunció, la gente de su partido, el MAS, comenzó con la violencia.
“Fue la noche de terror, en la que Leo se va tempranísimo al aeropuerto y nosotros nos quedamos solos en casa y creíamos que no pasaría nada. Empezaron a enviar audios a los chats que tenemos de la escuela y de las esposas del equipo, hasta que una de ellas nos puso: ‘Chicas, están por mi casa, vienen destruyendo todo’ y fue cuando me atemoricé”, contó.
Leo y su familia vivían en el edificio de la Nissan en Bolivia y tenían miedo, porque andaban destruyendo comercios.
“Y yo vivía en un edificio que abajo es comercial y tenía miedo de que entraran y saquearan todo y cuando ya estaba muy aterrizada fue cuando la dueña del condominio nos dijo que estaban a un kilómetro de la casa, con una turba, con dinamita, que nos resguardáramos, que pusiéramos sillones en las puertas, porque iban a entrar”.
Ante esa alerta, Yuli corrió los sillones y los puso contra la puerta. Mientras que ella estaba en la casa con sus hijos, el futbolista recibió tres tiquetes diferentes por parte de la Federación Costarricense de Fútbol, ya que las aerolíneas estaban cancelando vuelos.
“Leo me avisó que los partidarios de Evo estaban afuera del aeropuerto y amenazaban con meterse a incendiar los aviones y yo estaba muerta del miedo de que le pasara algo. Él tuvo que dormir ahí, no podía salir, el ejército no los dejaba porque podía peligrar la vida de los turistas. Decidí encerrarme en el baño con mis hijos, porque el edificio era de cristal y me daba pánico que una piedra los reventara y los niños se me cortaran”.
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Y añadió: “Nos atrincheramos en un baño y se escuchaban los dinamitazos porque ahí hay mineros y manipulaban la dinamita. Se escuchaba a la gente haciendo estragos. Estuvimos en el baño y mis hijos lloraban. Duramos cuatro días sin salir de casa. Leo llegó porque se encontró un ángel, un taxista al que le rogó que lo llevara a la casa”.
Ella había tomado previsiones porque se hablaba mucho de escasez de comida, todo subió de precio en ese momento.
“Yo hice fila de dos horas y 45 minutos para comprar y me dijeron que solo vendían un kilo por familia, eso es impactante”.
![Esto se encontró Yuli Granados cuando fue a comprar comida. Fotografía: Cortesía](https://www.nacion.com/resizer/v2/DHYSRRVILVC25DTGE4TAUMVYJM.jpg?smart=true&auth=e190ad6ccbfb151c01195da422ec265a49f1ac16542fa4d3942d3a66c12597d0&width=720&height=1280)
Quemaron las estaciones del teleférico y con la gasolina también se presentaron problemas, porque durante una semana no hubo abastecimiento.
“Cuando llegó la gasolina, una amiga hizo fila de día y medio porque era argentina y necesitaba irse por tierra. Ella durmió ahí para echar gasolina”, citó.
Leo no entrenaba por la seguridad de los propios futbolistas.
“Yo le dije a él ‘mejor nos vamos’. A mi hijo y a mí nos dio salmonelosis y fue horrible, porque duramos enfermos un montón de días, para que llegara un cultivo de sangre duraban 15 días y la pasamos muy mal. Encontramos un médico boliviano que nos ayudó a curarnos. Esa bacteria proviene de la comida contaminada y pasamos vomitando y con diarreas terribles”, relató.
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Conforme pasaron los días la tensión bajó, pero aún había escasez de comida.
“El día que vamos a salir todavía hay huelgas y la Embajada de Costa Rica en Bolivia se portó como ángeles con toda la colonia tica. Al embajador, a don Guillermo Rodríguez, lo conocimos el 15 de setiembre y nos dijo que para esa época tendría vacaciones, pero al pasar eso, se quedó, nos dijo que nos dejaría ahí”.
Al intentar salir de Bolivia, Yuli tuvo un inconveniente con Santiago y Camila, porque allá, para viajar dentro o fuera del país con menores de edad, se debe tramitar un permiso cada vez que se sale. Las oficinas estaban cerradas.
“Le pregunté al embajador que cómo hacíamos, porque Leo tenía que quedarse. Fuimos al aeropuerto, nos mandó gente del Embajada para averiguar y en el consulado nos dieron una carta que decía que mis hijos son ciudadanos costarricenses, que tenían su permiso en regla y que la Embajada certificaba que los permisos estaban en regla y que volvíamos al país”.
La misma Embajada les dio el transporte para que fueran al aeropuerto. El vuelo salía a las 10 p. m. y por precaución se fueron a las 7 a. m., para evitar los bloqueos.
“Leo va al aeropuerto y se queda con nosotros un rato. Se regresa porque debía hasta caminar para pasar algunos tramos, pero era más fácil solo y sin maletas. De casualidad veo a una gente de migración, presentó los documentos y me dicen que mis hijos no pueden viajar, que me fuera sola porque no había permisos para ellos”.
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Ahí empezó otro tormento. “Nos sentamos a llorar porque no nos dejaban venirnos. El embajador llamó a migración, al consulado, yo no tengo cómo agradecerle a don Guillermo, pero todo fue en vano, nada se podía. Nos tenían retenidos en Bolivia estando como turistas. Tuve que pagar una multa de $480 por mis hijos y por mí, porque duramos 15 días más dentro de Bolivia que los 90 permitidos y no fueron de gusto, sino porque el aeropuerto estaba cerrado”.
No le quedó más remedio que llamar al Bolívar, para que en el equipo le dieran permiso a Moreira de que él pudiera viajar también para que como familia completa, los niños pudieran salir de allá.
“Tuvo que hacer trasbordos en carro, pedir favores, subirse a una moto que lo llevó de un lado a otro por los bloqueos, caminó, encontró un taxi, se compró un tiquete carísimo de ya para ya y por suerte había campo en nuestro vuelo. Él llegó al aeropuerto media hora antes de que el vuelo viajara. Fuimos los últimos en entrar al avión. Avianca nos esperó una hora, porque en migración creían que era sospechoso que yo llegara y que a las horas estuviera ahí Leo para irnos”.
Después de que le hicieron toda una investigación al portero y su familia, los dejaron irse.
“Yo viví horas de mucha angustia. Él pasó allá el 24 de diciembre y jugar el 25 porque el campeonato se retrasó. Teníamos un plan de vacaciones que se canceló. Y yo le dije que nos íbamos de nuevo a Bolivia a pasar Navidad con él porque somos una familia muy unida, pero no pudimos porque resulta que Bolivia tiene una restricción para los turistas, de que solo pueden estar 90 días en el 2019”.
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Ella lo resume en muchos sacrificios que al final fueron un aprendizaje.
“Yo me asusté porque el 22 de enero volvieron a salir los militares a la calle y nosotros sabemos que tal vez lo que vimos no se vuelva a vivir porque fue muy fuerte y fue toda una revolución que ellos ya habían vivido hace años; esta es la segunda vez y esas cosas no les resultan extrañas. Ellos no tienen presidente, la gente del MAS insiste en reelegirlo, sigue un poco la escasez de alimentos, pero continúan las protestas”.
Yuli también dijo que se siente muy apenada porque algunas personas no se percataron de que hubo un mensaje que circuló en redes sociales y que era falso.
“La gente de Pachuca se comportó demasiado bien con nosotros y siempre nos han apoyado. Don Jesús Martínez, dueño de Grupo Pachuca quiere mucho a mis hijos, compartí con él en muchas ocasiones y cuando pasó todo esto en Bolivia tuvo la amabilidad de llamar a mi esposo y decirle: ‘Leo quiero saber cómo estás, me enteré de todo y ante todo la prioridad es la familia y queremos no poner en riesgo la seguridad de ninguno’. Ellos siempre estuvieron en contacto con nosotros y al pendiente”, relató.
Además, contó que el gerente deportivo de Pachuca, Marco Garcés, también llamaba a Leo constantemente.
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“Le comentamos a don Jesús de esa publicación y nos dijo que jamás, que eso no es así. De hecho, gracias a él nosotros pudimos salir. Si no hubiese sido por él, por Grupo Pachuca y por Liga Deportiva Alajuelense, que es una institución con la que estoy sumamente agradecida por el esfuerzo enorme hecho, Leo no habría podido salir de Bolívar”.
Y agregó: “Futbolísticamente a Leo le iba muy bien, jugó todos los partidos e inclusive tuvo asistencias a gol y es portero. No tengo quejas en lo futbolístico, pero está primero la seguridad y cosas indispensables como la salud, la comida y la educación, cosas que no tiene género ni clase social. Mucha gente dirá que qué cobarde Leo por no quedarse allá solo, pero nadie conoce cómo es nuestra familia y nada se puede anteponer a la familia”.
Indicó que ellos tenían claro que si Leo se tenía que quedar lo iba a hacer, asumiendo el reto con profesionalismo, “pero si teníamos la opción de salir lo íbamos a hacer y estoy agradecida con Bolívar, pero mucho más agradecida con Grupo Pachuca y con Alajuelense, porque de verdad hicieron hasta lo imposible para que Leo pudiera llegar. Desde diciembre habíamos decidido salir y aquí estamos”, reseñó Yuli.
Moreira ya jugó con la Liga y su familia de nuevo se siente segura. Su paso por Bolivia lo catalogan como una experiencia de vida y de corazón esperan que desde allá se generen buenas noticias.